jueves, 16 de diciembre de 2010

PERDICIÓN

Cine negro con mayúsculas.
Mira que emplea uno los mismos adjetivos una vez y otra, pero es que las palabras son las que son y en ocasiones como esta no se debe tener recato en emplearlas aún a riesgo de caer en los tópicos.
Porque la peli es arquetípica, con las constantes del género, asesinato incluído. La diferencia está en el tratamiento que le da a la historia, en los logros visuales y en algunas de las perlas del diálogo. Todo esto unido a las maravillosas interpretaciones es lo que ha convertido a esta peli en un clásico, por más que en Hollywood se mostraran pacatos aquel año con las recompensas: Oscars recibidos, cero, a pesar de las siete nominaciones, entre ellas las más golosas. Pero claro, era mucho pedir que un relato tan explícito, tan explosivo en algunos pasajes y con la carga de sexualidad y transgresiones de la norma de las que está salpicado, no levantase los recelos de la Academia.


La fotografía de John F. Seitz, es otro de los apartados del film que ha pasado también a la historia. Los entendidos se quedan maravillados por la riqueza de cromatismos, algo que tiene mucho más mérito cuando estamos hablando de cine en blanco en negro, pero los que amamos esa época del cine y esa maravilla de películas de antes del color, sabemos perfectamente lo que quieren decir y la diferencia que hay entre buena y menos buena fotografía, por mucho que sea en blanco y negro.


El guión está basado en una obra de James M. Cain, el de "El cartero siempre llama dos veces" y fue confeccionado por el propio Wilder y Raymond Chandler. No sé qué intervención tendría cada uno, pero si el primero es brillante a la hora de escribir guiones, aquí se nota la mano de Chandler y mucho.


Los actores parecen tocados por una varita mágica, qué interpretaciones, sublimes todos ellos.
Fred MacMurray, impresionante; Barbara Stanwyck, seductora, toda una lección de cómo interpretar a una femme fatale. Pero yo me rindo ante Edward G. Robinson, es pura debilidad, lo confieso. Lo siento por él, pero doy gracias a que su físico fuera poco agraciado, de lo contrario nos hubiéramos perdido a unos de los 3 ó 4 actores de reparto mejores de la historia. Con esas poses tan suyas, los pulgares en el chaleco, su puro... Palabras mayores.


Wilder da otra lección de dirección, con escenas que, desde el comienzo, resultan inolvidables.
Ese gusto por el detalle: La pulsera en el tobillo de la Stanwyck, puro fetichismo, pero con elegancia; las cerillas que durante toda la peli enciende MacMurray de esa manera tan particular; los magnetófonos...


Y de manera más general, los encuentros en el supermercado entre ambos cómplices, se convierten en momentos sublimes, con ese toque de suspense, por el peligro de ser descubiertos, que nos pone en tensión.
Un film, por otro lado cargado de erotismo, sin una sóla escena de cama, en el que hasta los besos nos parecen castos y, sin embargo, se respira alto voltaje en los encuentros iniciales de la pareja protagonista.
No sé si sería buscado o no, pero durante la peli se nos va inoculando la idea de que él es un instrumento y ella es la verdadera mala del juego, cuando ambos resultan ser un par de seres sin escrúpulos, bien que en el caso del prota sea por el deseo enfermizo que le produce la chica.


Un acierto de Wilder prescindir del final moralizante que tenía preparado (inlcuso rodada alguna escena) y dejarlo tal como lo dejó, con esa especie de declaración de amor de Fred MacMurray a Edward G. Robinson: "Yo también te quiero"
Una gran peli, entre los referentes del género.



4 comentarios:

  1. Estas son palabras mayores. Entre mis favoritas de siempre. De las primeras películas sobre las que escribí. Para Woody Allen la mejor película de la historia.

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  2. Pues no seré yo quien contradiga a Don Woody.

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  3. En el cine negro; Mary Astor del Halcon Maltes. Rita Haycorth de la dama de Shangai. Lana Turner del El cartero siempre llama dos veces. Ivonne de Carlo en El abrazo de la muerte y por supuesto Barbara Stanwyck de esta, por ti recomendada, magnífica Perdición.
    Un saludo

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