domingo, 19 de diciembre de 2010

DIAS SIN HUELLA

El tema del alcoholismo en particular y de otras adicciones enfermizas, en general, no es novedoso en el cine, ha sido tratado de las más diversas maneras y con variada fortuna.
Ahora que acaba de fallecer Blake Edwards, es pertinente recordar uno de los films señeros sobre el asunto, "Días de vino y rosas", allí Jack Lemmon y Lee Remick, nos ofecen unas interpretaciones inolvidables.
Aunque mucho menos reconocida y prácticamente olvidada, esta "Días sin huella", no creo que esté muy por debajo de la peli de Edwards, pero dejemos las comparaciones, ya sabéis lo que se dice.
Considerada generalmente como una obra menor de Wilder, sin embargo el film tiene una gran altura, consiguiendo sacar de una historia que no da más de sí, una película que causa impacto cuando se la ve, de esas que es imposible que te deje indiferente.
Sobriedad (quizá no se la palabra más adecuada para el asunto que trata), eficacia, buen hacer, sin estridencias ni golpes de efecto, sin buscar recursos fáciles, símplemente contándonos una historia de esas que, por desgracia, de cerca o de lejos, todos conocemos, porque conocemos a alguien que está o ha estado inmerso en esa espiral de desgracia.


Básicamente nos relata la vida de un hombre educado, bien parecido, de buena formación, pero sin oficio ni beneficio, que vive gracias al apoyo económico de su hermano y que es un alcohólico. Conoce por casualidad a una muchacha de la que se hace novio y que está dispuesta a cualquier sacrificio con tal de ayudarle.
Como digo, una historia que conocemos, sabemos de gente, de familias enteras que se han ido al garete por culpa de una situación similar, en la que, al final, el adicto muere o es dejado a su suerte porque ya no pueden más, no saben qué hacer o, en el peor de los casos, toda la familia se ve en situaciones harto desagradables por culpa de las deudas.


Wilder consigue hacernos vivir esas situaciones angustiosas, logra que sintamos por el protagonista una mezcla de pena y desprecio, lo mismo que deben sentir sus allegados, que tratan de ayudarle, pero para él sólo existe un objetivo, un único amor: La botella. Ese será precisamente el título de su novela, de la que nunca escribe siquiera una línea, pero que ya sabe cómo se va a llamar.
Asistimos con esa mezcla antes mencionada, a la degradación del individuo, a la pérdida de toda autoestima, es capaz de rebajarse ante cualquiera por conseguir unos dólares que le proporcionen más alcohol.


Película dura, con un final blando, o quizá esperanzador, a gusto del consumidor.
Magnífica la interpretación de Ray Milland, que hace un papel de esos que te deben llenar completamente y que se vio recompensado por el Óscar de la Academia. El resto muy bien, incluídos los secundarios, sobre todo el camarero del bar al que acude Milland, y una jovencísima Jane Wyman (la Ángela Channing de la tele). Unos diálogos por momentos brillantes, consiguen redondear un buena peli, con algunos planos muy buenos.


2 comentarios:

  1. El final, lo realmente flojo de la excelente peli, debemos valorarlo en su justa medida y con respecto al momento, época llena de prejuicios, códigos, autocensuras, ect. Ray Milland borda el alcoholico y quedo para la historia su interpretación. Saludos

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  2. En efecto, Manuel, cada cosa en su contexto y así debemos valorar no sólo las pelis, sino casi todo en la vida.

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