Salomon "Sally" Sorowitsch (Karl Markovics) es el rey de los falsificadores. Vive una vida descontrolada de naipes, alcohol y mujeres en Berlín durante la época nazi. De repente, su suerte se acaba cuando es arrestado por el superintendente Friedrich Herzog (Devid Striesow). Inmediatamente llevado al campo de concentración de Mauthausen, Salomon demuestra allí habilidades excepcionales y pronto es transferido al campo de Sachsenhausen. A su llegada, una vez más se encuentra cara a cara con Herzog, que está allí en una misión secreta. Seleccionados por su habilidad única, Salomon y un grupo de profesionales se ven obligados a producir moneda extranjera falsa (libras esterlinas y dólares americanos), además de pasaportes y otros documentos. El equipo, en el que también se encuentra el detenido Adolf Burger (August Diehl), recibe un trato preferente por su obligada ayuda, pero mientras Salomon sigue las instrucciones que le han dado, contribuyendo a debilitar la economía de los enemigos de Alemania, Adolf se niega a utilizar sus habilidades para beneficio alemán y le gustaría hacer algo para detener la ayuda a los nazis y contribuír al esfuerzo bélico. Enfrentado a un dilema moral, Salomon debe decidir si sus acciones, que podrían prolongar la guerra y poner en riesgo las vidas de sus compañeros prisioneros, son en última instancia las correctas.
En 1942, los nazis pusieron en marcha la denominada Operación Bernhard (Aktion Bernhard), sucesora de otra anterior llamada Operación Andrés (Unternehmen Andreas), cuyo objetivo era falsificar billetes de libra británicos. Al final de la operación, estaban trabajando en falsificar dólares americanos, pero no llegaron a terminar esta fase.
Los alemanes habían logrado reproducir el papel, los dibujos, las marcas de agua y habían descubierto el algoritmo empleado para crear el código de serie alfanumérico en cada billete. Para los trabajos de falsificación fueron empleados prisioneros de los campos de concentración nazis.
En 1983, el judío eslovaco Adolf Burger, que había participado en esos trabajos forzados, publicó sus memorias que, con cambios, son la base del guion de esta coproducción austro-alemana dirigida por Stefan Ruzowitzky, que fue galardonada con el Oscar al mejor film extranjero en 2008.
El instinto de supervivencia de estos presos, les les lleva a participar en una operación que de sobra saben va contra los intereses de quienes pueden devolverles la libertad y esta colaboración forzada la llevan a cabo rodeados de los lamentos de sus hermanos de cautiverio, sometidos a toda clase de abusos y vejaciones, sadismo puro, hasta que la muerte, que les va a llegar sí o sí, les libere del sufrimiento.
Este es el dilema que plantea la historia: ¿sobrevivir un día más o negarse a colaborar, con lo que ello conlleva?
Por cierto, aunque el film nos muestra cómo uno de los presos dilata hasta el límite la posible falsificación de dólares, en realidad eso, que realmente sucedió, lo hicieron un poco entre todos, no tanto por una valentía que difícilmente se le puede exigir a alguien en sus circunstancias, sino porque tenía la certeza de que una vez conseguida la falsificación perfecta de la moneda norteamericana, sus captores les iban a matar.
La película en sí está bien, con una atractiva banda sonora a base de música de tango y cortes de música clásica, pero quizá le falta algo de emoción a la hora de conectar con el espectador.
Era una buena historia. Un beso
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