viernes, 21 de febrero de 2020

LA PASAJERA


Liza (Aleksandra Slaska), una de las encargadas de la vigilancia en el campo de concentración de Auschwitz, huye de Europa al acabar la guerra. Cuando, años después, regresa en barco a Alemania, cree descubrir en el rostro de otra pasajera a una de sus antiguas prisioneras, Marta (Anna Ciepielewska), a la que creía muerta. Liza recuerda entonces los días pasados en el campo de concentración y la inusual relación que entabló con Marta, a la que supuestamente ayudó y protegió.


Filmada en Auschwitz, el recuerdo de Liza, ese flash-back que ocupa casi todo el metraje, nos muestra, por un lado, el escalofriante y vejatorio trato que se les daba a los prisioneros y, por otro, a una Liza en parte también víctima de las circunstancias.
Andrzej Munk, uno de los cineastas polacos más prometedores de su generación, falleció a los 39 años en un accidente de circulación. Su prematura muerte dejó inconclusa la película, circunstancia que nos impide terminar de saber cómo fue realmente la relación entre las dos mujeres, si la memoria de Liza es fiel a lo que ocurrió o es traicionada por la vergüenza e, incluso, si la pasajera es o no Marta.


La película nos ofrece el largo flashback que Andrzej Munk rodó en Auschwitz en el que Liza rememora su extraña relación con Marta durante la estancia de ambas en el campo en condiciones bien diferentes.
Antes, a modo de introducción, el colaborador de Munk, Witold Lesiewicz, nos introduce en la historia a base de una voz en off que aparecerá de nueva en algunos tramos de la película y de un montaje a base de fotos fijas, por cierto, muy bien escogidas, que corresponden a parte del material rodado por Munk en el crucero en que viaja Liza de regreso a Europa y a bordo del cual cree reconocer a Marta. Cuando la película llega a su fin, Liza está a punto de ser trasladada y Marta se encuentra en uno de los pabellones de los que solo se sale para morir, con lo que no sabemos como tenía pensado el realizado polaco continuar la película.
Sin embargo, con lo que hemos visto hasta entonces, tenemos suficientes elementos de juicio para concluír que estamos ante una historia muy sugerente que muestra con toda su dureza la vida en el campo de exterminio y la relación de poder y esclavitud establecida entre unas personas que tienen en sus manos la vida y la muerte de otras y estas últimas que se ven degradadas hasta el extremo de ser consideradas menos que animales.
Según Andrzej Munk, la intención de esta película era mostrar que el ser humano no puede huir de su pasado y que no podrá olvidar su comportamiento inmoral porque la conciencia está ahí para recordárselo.
Liza le cuenta a su marido, con el que se ha casado en su exilio, quién fue ella, que no era una interna del campo, sino una supervisora y le refiere que se convirtió en una especie de ángel tutelar para la prisionera polaca. Sin embargo, cuando rememora lo sucedido para sí misma, vemos que no todo fue tan seráfico y se queja de que Marta no le agradezca sus desvelos para mejorar su penosa situación, sino que, por contra, se muestra altiva e incluso díscola y orgullosa.
Rodada en un cuidado blanco y negro, la película no recurre a situaciones morbosas, sino que refleja lo que debió ser la realidad del campo con naturalidad (permitasenos la expresión, cuando nada de natural había en el mismo), lo que hace que resulte todo más cruel, precisamente por el realismo y la falta de artificio con que está narrado. Nos vemos en medio del barro, de los charcos, de la suciedad, del hacinamiento de los barracones, del trato degradante hacia los prisioneros, del abuso y la constante sensación de miedo y terror en que estos viven y, de cuando en cuando, algún plano de esos que quedan en la retina que hace que todo resulte irracional hasta el extremo, como la niña acariciando al perro que sujeta un sonriente soldado, un perro de los que devoraba a dentelladas a quienes intentaban escapar, mientras una larga fila de prisioneros, muchos de ellos niños, como la que acaricia al perro, entra en una de las naves en que serán gaseados. O la carcelera que trata de forma inmisericorde a aquellos seres humanos que para ella han dejado de serlo, pero llora amargamente ante el cadáver de su perro que ha sido envenenado.
Un nuevo retrato de aquella vergonzosa página de la historia reciente a través de la historia de dos mujeres, una que sufrió en sus carnes la dureza del momento y otra que intenta justificarse ante si misma bajo el amparo del cumplimiento del deber.
Historia dura que no recurre a escenas rebuscadas, porque la realidad resultó bastante espeluznante como para buscar subrayados innecesarios.


6 comentarios:

  1. Guauuu...! Esta película es enigmática. Primero por que quedó abierta y segundo por el manejos de una trama tan paradógica. Me da escalofrío el solo pensar en verla, no obstante se ve que vale la pena.
    Por cierto, acerca del tema tengo algo por ahí que sé que te interesará...Sólo dame un chance

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  2. Una película que hay que ver sí o sí, a pesar de no estar acabada.

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  3. Raro que el director no tuviera papeles de donde sacar cómo pensaba rematar la pelicula.

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    1. El caso es que, al parecer, no se sabe cómo iba a continuar.

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