miércoles, 25 de diciembre de 2019

EL ÁRBOL DE LOS ZUECOS

Entre el otoño de 1897 y el verano de 1898, cuatro familias viven en una granja en el área de la Llanura Bergamasca, en la región italiana de Lombardía. Entre los miembros de esta comunidad existe un profundo vínculo espiritual y cultural que los lleva a vivir juntos cosas bellas y trágicas, eventos ordinarios y eventos extraordinarios. Cuando se trata de pagar al estricto Mesagiù, el dueño de la granja, dos tercios de los productos, todos intentan hacer trampa para ganar unos kilos de harina.
Cuando la bella Magdalena se casa con Stefano, todos se alegran con el matrimonio que se celebra a horas muy tempranas, para que los recién casados puedan viajar a Milán, donde visitarán a su tía monja, la hermana de la madre de Magdalena y regresarán con uno de los niños que las monjas tienen en su orfanato, al que todos darán la bienvenida. Juntos matan al cerdo; escuchan las historias de los viejos; reciben al párroco, Don Carlo; participan en servicios religiosos y celebran la festividad de la aldea y todos disfrutan de la milagrosa 'curación' de la vaca de la pobre viuda Runk, que tiene que sacar adelante a sus seis hijos y para ello se dedica a lavar ropa.
Menek es un niño de seis años, el único en la granja de los de su edad que asiste a la escuela, pues el párroco ha aconsejado a los padres que hagan un esfuerzo para que pueda seguir estudiando, ya que considera que es muy inteligente y esto es una bendición de Dios que hay que aprovechar. La familia decide afrontar los sacrificios que conlleva que el niño siga asistiendo al colegio, para lo que tiene que levantarse muy temprano y caminar seis kilómetros de ida y seis de regreso todos los días. Un día llega a casa con los zapatos rotos y no hay dinero para comprar unos nuevos. Papá Batistì trabaja en secreto toda la noche para tallar unos nuevos zuecos. Pero usó un árbol cortado sin permiso del dueño de la finca y esto acarreará consecuencias dramáticas para él y los suyos.


Está interpretada por actores no profesionales, campesinos y habitantes de la zona y en la versión original, los diálogos están en bergamasco, un dialecto lombardo.


Ya el hecho de dirigir a no profesionales, supone una dificultad de la que el realizador y guionista Ermanno Olmi, sale airoso, dotando al film de un aire de frescura y espontaneidad, al tiempo que las interpretaciones no denotan especialmente que sean aficionados quienes las llevan a cabo.


La película es el retrato de una época ya desaparecida, la del mundo rural de finales del XIX, que para nada se pinta como idílico, al contrario, el realismo es el principal adorno del film. Una vida dura en unas tierras que no son suyas, con pocos medios y prácticamente lo indispensable para vivir al día sin ningún tipo de lujos.
Hay quien ha querido ver una lección de conformismo acorde con las ideas cristianas de Olmi, sin embargo, yo creo que es una sumisión forzada, los hombres tienen tras si una familia a la que sustentar que sirve de freno a cualquier arrebato de rebeldía. Es cierto que el papel del sacerdote parece que llama a esa conformidad, sin que en ningún momento se pronuncie claramente a favor de ella, pero ya digo, que a mi parecer, más que otra cosa es un retrato, tanto en lo social, como en el modo de vida, atado a la tierra y pendiente del devenir de las estaciones del año que la película recorre a través de las labores que van realizando los hombres.
No hay lecciones morales, ni siquiera cuando la tragedia se desencadena, solo narración de acontecimientos, aunque el espectador se vea forzado a tomar partido, pero porque se nos pinta claramente quien es el débil y quien el fuerte.
Quizá lo menos positivo es su duración para un film en el que, como dicen algunos, no ocurre nada y en algunas partes es algo contemplativo, pero a cambio nos ofrece imágenes de gran belleza y alguna de las historias es realmente conmovedora. En cuanto a lo de que no ocurre nada, transcurre la vida, como si eso fuera poca cosa.




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