lunes, 25 de febrero de 2019

EL VIAJE DE CHIHIRO

Chihiro, una niña de diez años, y sus padres, se mudan a un pequeño pueblo japonés en el campo, para consternación de Chihiro. De camino a su nuevo hogar, el padre de Chihiro se equivoca y conduce por un solitario camino de tierra de un solo carril, que termina frente a un túnel. Sus padres deciden detener el auto y explorar el área. Atraviesan el túnel y encuentran lo que creen que es un parque temático abandonado al otro lado, con su pequeña ciudad. Cuando sus padres ven un restaurante con comida que despide un buen aroma, pero en el que no hay personal, deciden comer y pagar más tarde. Sin embargo, Chihiro, que percibe que algo raro está ocurriendo, se niega a comer y decide explorar un poco más el parque temático. Conoce a un misterioso chico llamado Haku que le dice que ella y sus padres están en peligro y deben irse inmediatamente. Ella corre al restaurante y se encuentra con que sus padres se han convertido en cerdos. Además, el parque temático resulta ser una ciudad habitada por demonios, espíritus y dioses malignos. En el centro de la ciudad hay una casa de baños donde estas criaturas van a relajarse. La propietaria de la casa de baños es la malvada bruja Yubaba, que tiene la intención de mantener a todos los intrusos como trabajadores cautivos, incluida Chihiro, así que todas sus esperanzas de regresar a su mundo, pasan por confiar en Haku, que promete ayudarla para salvar a sus padres y deshacer el hechizo, antes de que estos acaben como plato principal en la cena de algún invitado.


Cuando el realizador japonés Hayao Miyazaki vio los dibujos que le gustaban a su nieta, quedó poco menos que horrorizado, así que decidió hacer una película, dirigida principalmente a niños y adolescentes (aunque no solamente).
Lejos de esos dibujos ofrecidos por algunas series televisivas que, bajo esa apariencia de niños dulces, incluso de una belleza exagerada en los rostros y vestimentas, escondían (a veces ni se molestaban en hacerlo), mensajes cargados de violencia, de competitividad mal entendida, con figuras infantiles de complicada catalogación, Miyazaki nos acerca el mundo real disfrazado de cuento.
Chihiro, una de tantas niñas, supongo que algo mimada y acostumbrada a tratar de dirigir la vida de sus padres hacia sus apetencias personales, se enfrenta de buenas a primeras al mundo de los adultos sin el apoyo de quienes la tenían bajo su ala protectora. Hay aventura, claro que la hay, y de la buena, con tensión, peligros y situaciones dramáticas y peligrosas, pero también hay una parábola sobre el esfuerzo, el trabajo y la recompensa que se obtiene, tarde o temprano, cuando uno se molesta y preocupa por ser amable y servicial con el prójimo y leal y sacrificado con los amigos.


Con una técnica y una estética muy cuidadas, dibujos de gran belleza y pródigos en detalles y descripciones, es una película para niños y adolescentes, como decía al principio, pero también para adultos, sobre todo para padres, con lecciones importantes para saber conducir la educación de nuestros hijos, que esta cultura del dinero y la satisfacción a bajo precio, no les domine y acabe dominando a toda la familia. Así que, cuidado antes de ponérsela a sus hijos, no vaya a ser que, como los padres de la protagonista, nosotros seamos unos cerdos que no estamos sabiendo dar el ejemplo que deberíamos, ni la educación adecuada.
El mundo es hermoso, pero también es duro y hay que hacerles ver que ambos cosas aparecerán en sus vidas. Hay que disfrutar los buenos momentos, pero también debemos estar preparados para los malos y educar a los niños en la ignorancia de una parte de la realidad, no hará que se vean exentos de enfrentarse a ella. El problema, para ellos, pero también para nosotros, es cómo lo harán esta especie de ignorantes interesados que estamos criando.




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