lunes, 3 de septiembre de 2018

PAZ EN LA TIERRA

Historia de una familia propietaria de una prospera fábrica textil a lo largo de un siglo, desde su expansión hacia Europa (Inglaterra, Francia y Alemania), pasando por la I Guerra Mundial y finalmente en la recuperación económica post-bélica, centrándose en los esfuerzos de sus miembros por mantener a la familia unida.
La película comienza en Nueva Orleans, en 1825, con la lectura del testamento del rey del algodón Sebastian Girard, que traslada a sus hijos su voluntad de que abran filiales en Francia, en Prusia y, con la ayuda de Warburton (Lumsden Hare), en Manchester; todos ellos prometen mantenerse unidos.
Richard Girard (Franchot Tone) mata en un duelo al hombre que ha ofendido a Mary Warburton (Madeleine Carroll), esposa de Gabriel Warburton, de la que se ha enamorado. Sin embargo, la promesa hecha, le impide seguir los dictados de su corazón y Mary parte hacia Inglaterra con su esposo.
La acción se traslada a 1914, en la cuarta generación de la familia. En Alemania, donde los herederos de los Girard han cambiado su apellido por Von Gerhardt, al recibir un título nobiliario, asistimos a la boda de una de las descientes de la rama francesa, Jeanne Girard (Georgette Rhodes) con su primo  Fritz von Gerhardt (Ferdinand Schumann-Heink). Durante la primera Guerra Mundial, Richard y Henri Girard (Raul Roulien) se alistan en el ejército francés, mientras Fritz y Erik von Gerhardt (Reginald Denny) combaten en el bando alemán. El submarino de Fritz hunde un barco de pasajeros en el que viajan los Girad y, más adelante, el submarino resulta, a su vez, destruído.
Mary, descendiente de su homónima, acude con su padre a una reunión familiar en EE.UU., donde conoce a  Richard, también descendiente del otro Richard de hace 90 años y ambos creen haberse visto antes, como si fueran una reencarnación de sus antepasados.
La Guerra Mundial y el posterior crack del 29, traerán la ruina y la tragedia a la familia, mientras ellos tratan de sobreponerse.


El film incluye escenas bélicas que proceden de Les croix de bois (Las cruces de madera), una película de 1932, dirigida por Raymond Bernard. Ford acude al recurso de entremezclar primeros planos de los actores del film, para disimular el pastiche.
Asimismo, casi al final, también hay escenas documentales en las que se ven desfiles aéreos, navales y terrestres de nazis alemanes, fascistas italianos, tropas francesas, naves inglesas y aviones norteamericanos.
En la versión original escuchamos diálogos en tres idiomas: Inglés, alemán y unos pocos fragmentos en francés.


Interesante reflexión de Ford sobre la familia, la unidad de la misma, los cambios de concepto sobre ella a través de los años y sobre las tragedias que provocan los conflictos armados.
Los Girard, contra viento y marea, incluso con una guerra que enfrenta a dos sectores de la familia en bandos diferentes, consiguen poner por encima de todo la lealtad a los lazos que les unen. Richard, herido e internado en un hospital alemán en calidad de prisionero, es llevado a casa de sus tíos, tras haber conseguido estos una autorización especial, donde continuará su convalecencia.
En cuanto a la desgracia de la guerra, hay una frase de uno de los protagonistas, al final de la contienda que resume bastante bien el sentido del film: La guerra se ha acabado, la hemos ganado y entre unos y otro hemos acabado con las cosas que realmente importan: La fe, la libertad y la civilización.
La crítica continúa hacia el nuevo dios del mundo moderno: El dinero. Frente a la sensatez de Mary, que considera que hay otros valores que están por encima de la riqueza, Richard está cegado por el éxito y quiere más y más, hasta que la situación económica global lleva a la empresa a la bancarrota y le hace replantearse su vida.
El contrapunto humorístico, tan típico de las películas de Ford, viene de la mano del personaje de Dixie (Stepin Fetchit), con algunas escenas ingeniosas (se ve enrolado sin querer en la Legión Extranjera, porque se le antoja el traje de un soldado colonial francés, que el toma como el uniforme de una fraternidad y cómo no le entienden , pues solo habla inglés, creen que lo que quiere es alistarse) y otras de un humor bastante más de andar por casa.
Al final hay algunas escenas documentales, ya citadas, que se convierten en una especie de premonición de lo que le espera al mundo en breves años (el film es de 1934), la clarividencia de Ford queda expuesta cuando el menor de los Grirad franceses, que se acaba de incorporar al consejo de familia, predice que la única salida es una nueva guerra, ante una escandalizada Mary que no cree que los hombres puedan ser tan necios de embarcarse en otro conflicto tras la horrible tragedia que apenas ha acabado hace diez años.
Aunque no es una de sus grandes películas, de vez en cuando Ford nos regala algunos momentos mágicos, como cuando Mary se despide de su esposo, que vuelve al frente, la cámara enfoca su rostro y reflejado en el cristal, vemos a los soldados con su equipo y a los civiles que deambulan por las calles, un verdadero desfile de la vida reflejado en un vidrio. Escena por escena, la película tiene muchos momentos de estos, pero falla el conjunto.




4 comentarios:

  1. Lástima que falle el conjunto porque la trama es enorme. Recuerda en algo a la vida de la familia Rothschild, con sus primos alemanes, ingleses, franceses, etc.

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    1. En efecto, por medio de mantener fuertes los lazos familiares, logran sacar adelante su negocio.

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  2. Yo creo que está bastante potable, porque hay escenas muy buenas sobre todo esa referencia y documentales sobre la guerra.

    Salud Trecce.

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