jueves, 19 de julio de 2018

LA SONATA DEL SILENCIO

Estructurada en nueve capítulos, el guión adapta la novela del mismo título de Paloma Sánchez-Garnica.
En un edificio cualquiera de la madrileña Plaza del Ángel, se entrecruzan las vidas de los principales personajes, sobre todo de dos familias, los Figueroa, que lo tienen todo, y los Montejano, que lo tuvieron todo y ahora tratan de sobrevivir. La riqueza y la pobreza, el triunfo y el fracaso, están separados y, a la vez, juntos en este edificio del Madrid de los cuarenta.
Bien ambientada, en el plano técnico la serie trata de escapar de los parámetros habituales, tomando cierto aire cinematográfico y utilizando planos arriesgados en algunas ocasiones y, aunque el resultado es desigual, el mero intento ya es de agradecer, pues supone un avance en el mundo de la ficción televisiva española.
Algunos aspectos de la vida nacional de la época, quedan bastante bien reflejados, sobre todo el sometimiento de la mujer en una sociedad claramente machista, pero también la dureza de la vida diaria para los más desfavorecidos y la utilización de sus ventajas por parte de los poderosos, los ricos o la Iglesia.
Fue estrenada en 2016 por TVE (sus episodios se emitieron entre el 13 de septiembre y el 1 de noviembre) y suponía una apuesta segura del ente televisivo para el tipo de público al que se dirige, pues la novela de Sánchez-Garnica, tiene algo de culebrón con sus vueltas y revueltas y como regodeándose en la mala suerte de la familia Montejano a la que le sobreviene un infortunio tras otro, de esos que una mente calenturienta parece disfrutar imaginando.
Hay otras cosas que también me llevan a motejarla de culebrón, por ejemplo el tipo de personajes que componen los habitantes del edificio. Los Figueroa, con un padre mujeriego y aprovechado; una madre beata y farisea; la hija mayor, Virtuditas (Agnès Llobet), con graves problemas psicológicos; un chico (Basilio, interpretado por Joel Bosqued), cocainómano y metido en negocios turbios y la menor de las hijas, embarazada de su novio y obligada a abortar. Los Montejano, con un padre borracho, adicto a la morfina para aliviar sus graves dolencias, maltratador y que vende a su hija (eso y no otra cosa es el matrimonio que concierta) para librarse de la cárcel; la hija enamorada de un músico callejero y obligada a casarse con un hombre 15 años mayor que ella y la madre, una virtuosa del piano que ve truncada su carrera musical, que soporta a un marido que la usa (en el más amplio sentido de la palabra), la maltrata física y psicológicamente, pero ella también tiene un pasado adúltero. Mauricio Canales (Fran Perea), el juez de 1ª instancia, un ser despreciable, violador y sádico, que se prevale de su cargo para sacar provecho y que no tiene empacho alguno en enviar a un inocente a la cárcel o sacar de ella a un culpable, siempre que le reporte un beneficio. Y por último, doña Fermina (espléndida Mabel Rivera), una estraperlista y su hijo Camilo (Javier Godino), con problemas por su condición de homosexual, aunque estos dos últimos personajes, al fin y a la postre, son los más normales de todos y los que demuestran ser más humanos. Ese es el panorama.
Con una correcta interpretación de Marta Etura en el papel principal, las imágenes abundan en primerísimos planos de todo lo habido y por haber, no sólo rostros, que también, sino pies caminando, volutas del humo de los cigarrillos, gotas de agua cayendo sobre el asfalto, manos y objetos de lo más variado. Todo ello apenas contribuye a la narración, en líneas generales, pero sí a la técnica y estilo, junto a planos picados y contrapicados que también salpican el relato.
Lo mejor, para mí la representación y la crítica del penoso papel de la mujer en la España de posguerra que la abocaba a una vida de frustraciones y de sometimiento al esposo o al padre, en el ámbito doméstico, pero también en su condición de persona, abundando en el papel que de ella se esperaba: sumisión y pérdida de identidad individual.




2 comentarios:

  1. O sea que la novela y la peli son LA VIDA REAL de cuando el Invicto.
    Cuánta hipocresia había en aquella sociedad tan de misa y de imágenes religiosas por todas partes.
    Me alegro que tu crítica sea positiva porque ese tipo de argumentos hacen verse en el espejo a muchos mandilones disfrazados de benefactores sociales. Aunque sospecho que los interesados ni se ven siquiera reflejados.

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    1. Tampoco he querido hacer sangre, pero hay muchas escenas que se desarrollan en "Chicote" y allí se ve a muchos de estos hipócritas que se rasgaban las vestiduras ante lo que consideraban inmoral y después se iban allí con la querida de turno.

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