No me extraña que la televisión haya adaptado el texto de Paloma Sánchez-Garnica para convertirlo en una serie, porque por momentos tiene tintes de culebrón venezolano, salvando las distancias, que indudablemente las hay. Plagado de malos muy malos, de algún bueno que parece tonto de tan ingenuo y de otros cuantos que tienen un poco de todo.
El libro está ambientado en el Madrid de la postguerra (sobre 1946) y se desarrolla básicamente en un portal de vecinos pertenecientes a la clase media. En la mayoría de los casos, estos vecinos forman parte de quienes viven con cierta holgura (unos más que otros), salvo la familia Montejano que por una oscura y truculenta historia, ha venido a menos y malvive gracias al apoyo interesado de Rafael Figueroa, que tiene su notaría y su propio domicilio familiar en el mismos portal.
La novela retrata algunos aspectos de la sociedad madrileña de la época, la de la de una parte de la clase acomodada y la de los bajos fondos, que entremezcla a través de los vicios de los primeros (drogas, prostitución) y de la necesidad de acudir al estraperlo para aprovisionarse de algunos productos que no se encontraban de otra manera.
Pero por encima de otras consideraciones, creo que la autora lo que pretende es reflejar y denunciar la situación de la mujer en la época más dura del franquismo, atada por convenciones sociales debidamente cultivadas por la Iglesia, por el poder y por los hombres en general y, para mayor desgracia y sarcasmo, apoyada por una parte del propio género oprimido que se convirtieron en el mayor y más despreciable enemigo de su propio sexo. Mujeres relegadas al ámbito doméstico y en el mismo (y también en otros quienes lograban o no tenían otra salida que escapar de él), absolutamente sometidas al varón que, en el caso de esposa e hijas, tenía sobre ellas todas las prerrogativas, ya que civilmente eran, por así decirlo, una propiedad más, sin que pudieran tomar ningún tipo de decisión sin permiso explícito del esposo o padre y en numerosas ocasiones, sometidas a malos tratos y humillaciones amparados por la Ley.
No son gratuítas las referencias que se hacen a la novela "Nada", de Carmen Laforet, un libro de la época que ya reflejó aquella vida opresiva a la que se veía sometida la mujer y del que la autora toma algo más que la idea. Si en el libro de la autora catalana, la atmósfera asfixiante se representa en el piso de la calle Aribau en el que vive la protagonista, aquí se extiende a todo el portal, con la maledicencia y el desprecio insultante a que se ve sometida Marta Ribas.
La novela es entretenida, aunque en algunos momentos a mí me ha resultado un tanto desesperante las vueltas de tuerca que le daba a la mala suerte de los Montejano, que ya sé que la realidad supera la ficción y que a veces lo que nos parece imposible se hace totalmente real, pero me parecía un poco cansino buscar desgracias. En algunos pasajes me traía a la cabeza algunas novelas de Dickens en las que a los protagonistas les suceden todas las desgracias y, encima, por tratar de ayudar a otros.
El final me ha parecido poco logrado, como si de repente se hubiera cansado de escribir y hubiera buscado cerrar la historia, de manera correcta, es cierto, pero creo yo que poco ingeniosa.
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