lunes, 12 de septiembre de 2016

LA SOMBRA DEL CIPRÉS ES ALARGADA

De niño, Pedro se educa en casa de un veterano preceptor en Ávila, la ciudad mística por excelencia. El preceptor teoriza sobre la conveniencia de no atarse demasiado a las cosas y situaciones que nos proporcionan la felicidad (el amor, los bienes materiales...). El contacto con él en el ámbito de la ciudad amurallada origina en el muchacho una creciente preocupación por la muerte. El fallecimiento de un condiscípulo con el que ha trabado una profunda amistad, aumenta la lúgubre obsesión. Privado de su amigo, Pedro se jura no vincular jamás su vida a la vida de otro. En el fondo, es un instinto egoísta lo que le mueve, el miedo al dolor de la pérdida, el temor a sufrir una privación. Cuando se hace hombre, Pedro elige la profesión de marino como impulsado por esa voluntad de independencia y cambio de horizontes. Una mujer, Jane, llega a enamorarse de él y a enamorarle, pero el arisco prófugo se resuelve a dejarla: teme amarla y que se le pueda morir. Jane, obstinada en su afecto le recupera, sin embargo. Cuando Pedro parecía curado de su obsesión, ocurre que, cuando regresa a Veracruz para reencontrarse con su prometida, la muerte le arrebata a Jane, víctima de imprevisto accidente. El pesimista por principio ve confirmada su sombría percepción de la vida. Lo que siempre le había imposibilitado todo goce vital, la idea de que fatalmente, como ocurre en la mayoría de las parejas, uno de los dos ha de enterrar al otro, se cumple.


Basada en la novela del mismo título de Miguel Delibes, Premio Nadal 1957, la película discurre por los caminos que traza la novela, si bien lo hace de manera desigual. Con dos partes claramente diferenciadas, en la primera, que corresponde a la infancia de Pedro en Ávila, todo queda engullido por la potente interpretación de Emilio Gutiérrez Caba en su papel de don Mateo, el maestro en cuya academia estudian Pedro y Alfredo, uno huérfano, el otro, también lo es de padre y su madre vive con un hombre al que el niño odia. Don Mateo y su particular modo de enfocar la vida, influyen decisivamente en la personalidad de Pedro. La segunda parte del film desmerece totalmente, con unas actuaciones planas, pierde fuerza y acaba por desinteresar al espectador pues la narración carece de vigor.
La película, como ocurre con la novela, guarda en el fondo una metáfora que representa la tristeza que dejó la Guerra Civil en Delibes. Una película con mensaje un tanto fatalista aunque al final se descubre un rayo de esperanza con la vuelta de Pedro a la vida sencilla de la ciudad provinciana.
Solo por la actuación de Gutiérrez Caba merece la pena verla.




4 comentarios:

  1. Bonita y clara explicación de la novela tristona del vallisoletano.

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    1. El propio Delibes hablaba del libro como una obra primeriza de la que no estaba muy satisfecho.

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  2. No recuerdo haberla visto, pero como bien dices, solo por ver la interpretación de Emilio Gutiérrez Caba seguro que ya merece la pena.

    Abrazo Trecce.

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