lunes, 10 de diciembre de 2012

¿VÍCTOR O VICTORIA?

Victoria Grant (Julie Andrews), es una cantante con una prodigiosa voz que no logra triunfar en el mundo de la música.
Sumergida en la pobreza de París en el año 1934, de repente, conoce a alguien que cambiará su vida, Toddy (Robert Preston), un homosexual que conoce el mundo del espectáculo y la convence para que se haga pasar por transformista y así nace Víctor, un hombre que se disfraza de mujer para actuar en cabarets.
Sin embargo, todo se complica cuando conoce King Marchand (James Garner) un empresario de Chicago que quedará prendado de algo más que sus actuaciones.
El empresario consternado se debate acerca de cómo puede amar a un hombre si siempre se ha sentido atraído por mujeres, pues no conoce el secreto de Victoria.



Con el sello inconfundible de Blake Edwards y música de Henry Mancini (que se llevó un Oscar), el propio Edwars escribió el guión basándose en una película alemana de 1933 de la que tenía comprados los derechos (Viktor und Viktoria) y que había dirigido Reinhold Schünzel.


Edwars traslada el escenario de la acción de Berlín a París. No se si prentendería distanciarse de las posibles concomitancias con Cabaret, que se desarrolla en el mismo momento histórico (1934) y con la que guarda un cierto parecido en cuanto a los ambientes en los que se desarrolla y en el tema de la homosexualidad, aunque profundizar en las similitudes entre ambas es pecar de exageración.


También hay parecidos, más o menos evidentes, con otros films, como puedan ser Con faldas y a lo loco o la La ventana indiscreta, con aquel por razones que a nadie escapan y con la obra de Hitchcock en las escenas en las que King Marchand y su guardaespaldas se cuelan en la habitación que comparten Victoria y Toddy. Lo que se escapa a mis conocimientos es si estos son parecidos buscados o simples coincidencias.


Si bien la película puede dar la primera impresión de estar concebida para el especial lucimiento de la protagonista (a la sazón esposa del director), enseguida nos damos cuenta de lo cuidados que están los personajes secundarios, incluso con mimo y cariño, todos ellos tienen su momento (o sus momentos), su minuto, su parte para el lucimiento, su cierto protagonismo.
Algunos de ellos que parecen muy menores, como el camarero que les atiende primero en el restaurante (gran escena, toda ella, incluída la conclusión desde el exterior del establecimiento) y luego en el cabaret; Norma Cassady (Lesley Ann Warren), la cabaretera que acompaña a Marchand cuando conocen a Victoria, que también está muy bien y aprovecha estupendamente sus papel; el guardaespaldas, interpretado por un genial Alex Karras y, desde luego, ambos protagonistas masculinos, pero sobre todo, un portentoso Robert Preston en su papel de homosexual con pluma pero sin exageraciones.


Y es que el asunto de la identidad sexual está tratado con un tono lleno de sinceridad, absolutamente descargado de dramatismo, huyendo de los tópicos, pero sin esconder, al menos en parte, algunos de los problemas en los que se desenvuelven sus vidas.
Se le achaca al realizador una utilización excesiva del humor bufonesco (eso que los entendidos llaman slapstick), con sus personajes algo torpones, pero yo creo que, en general, lo hace con cierta maestría, para descargar situaciones que podrían desembocar en algo más profundo, más serio y él no desea que el film derive hacía ese lado, quiere hacer una comedia divertida.


Entretenida, con las dosis justas de humor para no llegar a ser cargante, Blake Edwards nos trae esta comedia en la que enseguida notamos su toque sofisticado y elegante, con una muy cuidada puesta en escena, una buena iluminación y unos secundarios que arropan, cuando no superan, de forma maravillosa a la protagonista del film.




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