Que las cosas están jodidas (con perdón) es tan obvio que casi nadie lo pone en tela de juicio, aunque aún hay por ahí algún despistado que parece que vive en otro mundo.
También hay otras cosas que no hace falta que nos las prediquen, al menos a una mayoría sensata de la población, por ejemplo que nada será como era antes, que hay que adelgazar el gasto, que hay servicios de los que habrá que prescindir y etc., etc.
Ya sabéis que todo esto es culpa nuestra, de los ciudadanos que componemos la cada vez menos amplia clase media, que no hemos hecho más que derrochar y vivir por encima de nuestras posibilidades.
De los miles de ejemplos de nuestros derroches, tengo dos bien cercanos. La sede de las cortes de Castilla y León, la comunidad que me han impuesto de manera artificial, siempre estuvo en el castillo de Fuensaldaña, cerquita de Valladolid, lo habían remodelado y se gastaron una pasta en su momento, pero se ve que era poco y decidieron dotarse de una nueva sede en Valladolid capital, algo que, ya de por sí, me parece innecesario, pero que se ha quedado corto al lado de lo que verdaderamente me ha cabreado: El coste final de las obras, fue un 60% más de lo que figuraba en el pliego de adjudicación de la obra. Si tenemos en cuenta que estamos hablando de una previsión de gasto de 40 millones de euros, hagan cuentas, porque lo que de verdad enoja no es el dinero en sí (que también), es el desvio presupuestario tan clamoroso que te lleva, sin querer, a aquello de "piensa mal y acertarás".
Otra noticia que me ha hecho ver el tremendo despilfarro de esta voraz clase media: Hace una semana se inauguró en la ciudad donde habito, la sede del Consejo Consultivo de Castilla y León, una especie de cementerio de elefantes donde los partidos colocan a algunos de los suyos para que hagan entre poco y nada y se lleven una pasta por ello.
El edificio es un plastón, bajo mi punto de vista, aunque los entendidos hablan de un edificio singular y esto y lo otro. Para mi gusto es un engendro, de corte moderno, con lineas rectas y nada relevante, colocado en pleno casco antiguo y al lado de la misma catedral, donde cualquier particular encuentra mil pegas para mover una sóla piedra de su casa aunque se esté cayendo, porque hay que respetar lo viejo. Estos no han tenido problema, han tirado lo que les pareció y han plantado lo que les ha convenido. No sé lo que mide aquello, pero hay un montón de metros que se han tragado 10 milloncejos de euros, con depachos descomunales, todos con baño y sala de reuniones, un montón de plazas de garaje y extras varios y espacio por todos lados para dar cabida a 30 personas. Supongo que no sentirán agobiados. Aunque lo que de verdad deberían sentir es vergüenza por inaugurar esto con la que nos está cayendo.
Así que en esas estamos, mientras se nos recorta por aquí y por allá y se nos sigue mintiendo de manera descarada, este gobierno y el anterior meten tijera sin ningún rubor salvo donde deberían meterla, es decir, en la tan ansiada reforma de la Administración Pública (en la que incluyo la posible reforma del modelo de estado), con la eleminación drástica de todo lo superfluo, de los cientos de empresas y fundaciones públicas, en alguna de las cuales, en palabras de la propia vicepresidenta del Gobierno, hay más consejeros que gente trabajando y aparejado a ella, la supresión de los puestos de trabajo, ocupados en tantas y tantas ocasiones por paniaguados de los partidos; eliminación de subvenciones a partidos y sindicatos y ese etcétera que todos sabemos y que según cálculos fiables que circulan en publicaciones medianamente serias, llevarían a un ahorro que sería más que suficiente para no tener que bajar sueldos de empleados públicos, ni tener que tocar las pensiones de los jubilados.
En definitiva, llega la hora de dar ejemplo, de decirle al pueblo pagano: Vosotros sí, pero nosotros también.
¿Lo veremos? Permitidme que lo dude, pero la esperanza es lo último que se pierde.
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