Si en algún lugar hay personas preparadas para sacarle todo el jugo a esta novela, es en esta España nuestra y más si estamos hablando de personas que ya tenemos unos cuantos años encima.
Sin querer hacer comparaciones entre la situación política de nuestro país durante el régimen del general Franco y lo que se vivió en la República Dominicana desde 1930 a 1961 bajo la alargada sombra del dictador Rafael Leónidas Trujillo, está claro que alguna que otra concomitancia existe y que algunas de las situaciones no son nuevas para la gente de este país nuestro (antes llamado España).
Por ejemplo la transición que vivió el país caribeño tras la muerte del dictador, que fue llevada, al menos en principio, por personas del propio régimen con el doctor Joaquín Balaguer a la cabeza; o las largas colas que se formaron para dar el último adiós al fallecido dictador, colas espontáneas nutridas por gente del pueblo que estaba convencida de que incluso los castigos recibidos eran por su bien; o la contradicción que supone, vista con ojos de hoy, que personas de elevado nivel intelectual fueran lacayos del régimen en uno u otro momento... Esas cosas, aquí nos suenan bastante.
La técnica que utiliza el escritor peruano, premio Nobel en 2010, para retratar la dictadura de Trujillo es la de situarse en el punto de vista de varios personajes en momentos temporales distintos. La visita, décadas después de la muerte del dictador, de la hija de uno de sus antiguos ministros a Santo Domingo va a ser la excusa para recordar las circunstancias de los últimos tiempos del régimen. El mismo autor habla sobre las intenciones de su novela en una entrevista realizada por Nicolas Hellers y Fabian Vázquez y publicada en Literaturas.com: "La historia fue construida desde el principio con el objetivo de volcarla a la ficción. Por supuesto, hay un poco de invención y otro tanto de memoria histórica, algunos personajes creados y otros reales; pero me propuse no atribuir a ningún personaje nada que no hubiera podido ocurrir dentro de las coordenadas sociales, políticas, morales e históricas que vivió la República Dominicana entre los años 1930 y 1961. En mi novela he procurado mostrar que la realidad desmesurada de la que hablo no se debe tanto a la naturaleza personal de Trujillo sino a la acumulación de poder, puesto que la crueldad es una manifestación de ese poder absoluto".
La espina dorsal de la novela está conformada por la explicación pormenorizada de las motivaciones de los conspiradores que van a atentar contra la vida de Trujillo. Mientras afrontan una larga espera emboscados en un automóvil, cada uno recuerda episodios del pasado, en los que el lector se asoma a las intimidades del régimen trujillista, al funcionamiento de una dictadura perfecta, en la que el caudillo mantiene una gran seguridad en sí mismo y en la viabilidad de un régimen del que él es único soporte. Trujillo es retratado como una especie de Stalin anticomunista, adicto al culto por su propia persona.
Vargas Llosa firma uno de sus mejores relatos, con un interesante estudio sobre el ejercicio del poder en sus vertientes política, sociológica y ética.
Siendo obra de Vargas LLosa y por lo que tú cuentas sobre ella, debe estar muy interesante.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Es muy interesante, Rafa.
EliminarHay mucha coincidencia entre Trujillo y Franco y, seguramente entre todos los dictadores, aunque España es otro país muy distinto a La Española de Colón y sus gentes también; no debemos olvidar que Santo Domingo fue fundada por españoles y su primer dictador sangriento fue el propio Colón, que no distinguió entre españoles y nativos para imponer su cruel disciplina, viajando como reo hacia España para ser juzgado por sus desmanes como gobernador y virrey.
ResponderEliminarEn la República Dominicana aún está vivo el espíritu de Trujillo: las tapas de alcantarilla con su nombre, selladas, en la capital, para evitar la entrada a los pasadizos subterráneos construídos por los españoles en el casco histórico y que comunicaban todos los edificios, incluida la catedral (auténtica paranoia de dictador); las bandas de hormigón que cruzan las carreteras y que servían para que la policía del dictador diese el alto para registro y documentación: la propia trampa en la que cayó el dictador cuando fue asesinado...La obsesión de dos militares de rango (general y "el chivo chapas", pero chusqueros) por casar a sus hijas con "gente bien". En el caso de Franco con un marqués de Villaverde, y nuestra Flor de Oro con un gigoló criado en París, Porfirio Rubirosa, que fue obligado al matrimonio por el propio Trujillo para salvar el honor de su hija (una buena pieza, como su papá)y para dar lustre a la rusticidad de sus personas, nombrándole embajador en París y permitiéndole retomar en Francia la vida que había vivido desde adolescente en ese país.
Un paralelismo que incluye a todos los dictadores, sobrados de egocentrismo cruel y faltos de glamour, que cada país maneja a posteriori según la idiosincrasia de las distintas Uranias y de los gobernantes que vengan después con su memoria histórica más o menos envenenada por el odio.
Pero yo venía a hablar del libro como lo haría Paco Umbral: Interesante.
Como aquí con los nostálgicos del franquismo, allí los hay de Trujillo y su peculiar régimen. Concidieron en el tiempo durante unos cuantos años y está claro que bajo sus respectivos mandatos, ambos paises salieron de su atraso y se modernizaron, pero en buena parte fue por los vientos favorables que soplaban y a costa de la libertad de la gente.
Eliminar¡Coño, Trecce totalmente de acuerdo contigo!
ResponderEliminarNo soy franquista ni por el azar de la ruleta que te representa, aunque por no ser nada en política, sé reconocer aciertos incluso en las dictaduras. Lo que me cabrea es comprobar, día a día y año tras año, cómo los "demócratas de partido o sindicato" nos venden la libertad y la justicia a plazos y con hipoteca: Nosotros ya somos libres de pensamiento y lo único que os pedimos es una gestión honrada, eficaz y sin privilegios, que para eso os pagamos generosamente.
¿No te parece?
Me parece.
EliminarTampoco yo añoro los tiempos de la dictadura, sin embargo, me da que algunos aún no han salido de ella, ahora resulta que todos fueron antifranquistas. Ja, ja!
El otro día veía en la tele el anuncio de un programa en el que se planteba que el origen de la burbuja inmobiliaria estuvo en el franquismo ¡Dios mío! Lo que nos faltaba por oír.
Me impresionó la novela, sobre todo el peculiar "menú" de la cárcel.
ResponderEliminarOpiniones políticas aparte, la narrativa de Vargas Llosa es de alto nivel y sabe transmitir lo que cuenta como el mejor.
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