miércoles, 13 de julio de 2011

LA CRUZ DE HIERRO

Reconozco que, en parte, esta peli arranca mi simpatía por la manera de enfocar la historia, lo hace desde el bando de los perdedores.
Es cierto que Peckinpah, ya tuvo cuidado de que el enemigo fueran los rusos y no cualquier otro de los aliados, hubiera resultado bastante indigerible ver a los alemanes matando americanos.
La historia está basada en una novela del escritor alemán Willi Heinrich, un tipo que combatió en el ejército alemán durante la II Guerra Mundial y que aprovecho para recomendar, para quién quiera alguna pista y conozca un poco la literatura del género, la novela es parecida a las de Sven Hassel (digo parecida, ojo). Curiosamente el libro tenía otro título, Das Geduldige Fleisch, algo así como Carne Paciente, el título con el que apareció en España la edición de los años 60, pero a partir del éxito de la peli, la novela toma el título de esta, es decir, La Cruz de Hierro.


Digo que la película tuvo éxito, sí, pero fue en Alemania, en el resto del mundo pasó con más pena que gloria, lo que supuso casi la puntilla definitiva para el director, más si tenemos en cuenta que ya para hacer este film se las vio y deseó.
Tuvo que venirse a Europa, buscar apoyos para la producción y rodarla en escenarios de la antigua Yugoslavia, con un presupuesto menguado, lo que se nota en bastantes tramos del film.


Es la única incursión (que yo sepa) en el cine bélico de Sam Peckinpah y el film sigue las constantes de este autor, realismo en las escenas de lucha, sin eludir crudeza en las imágenes, buenos retratos de los personajes y un montaje que llama la atención de quien no esté acostumbrado a su cine, por la forma peculiar e innovadora de hacerlo.


La galería de personajes es impagable, el cínico protagonista, el sargento Steiner, interpretado por un gran James Coburn, que da muy bien el tipo duro que está en la guerra por obligación, pero que una vez allí, cumple con su deber y considera su obligación sacar a sus hombres de las situaciones comprometidas en las que se hallen. Un antihéroe en toda regla que atrae nuestra simpatía por su mezcla de dureza implacable y ternura en determinados momentos y con determinadas situaciones. Es la voz del débil, del soldado de a pie que, no será el que gana las guerras, pero es el que las pierde siempre.
El capitán Stranszky, a quien da vida Maximilian Schell, un noble prusiano que va a la guerra a conseguir laureles, como quien va a la universidad a obtener titulaciones. Disfrazando su cobardia con el riguroso acatamiento a las formas, pero que deja vendido a quién sea cuando las cosas se ponen mal y que emplea cualquier método, por rastrero que sea, para conseguir lo que busca.
Y el coro de secundarios, encabezado por James Mason, tipos corrientes, de los que puedes encontrar en cualquier frente. Unos, como el propio Mason, encarnando a la oficialidad a la que odia el sargento Steiner; otros, a los combatientes, pendencieros, peleándose y gastándose bromas de todo tipo, pero dispuestos a dar su vida por el camarada llegado el caso.


Dicen que Orson Welles, dijo de ella que era la mejor película antibélica que había visto. Tendría sus razones, supongo, pero para mí de antibélica nada. Es que la guerra, la batalla es así, con muertos, con heridos, sangre; con oficiales que buscan la gloria a cualquier precio, incluso dispuestos a robarle los laureles a un muerto y otros que, sin embargo, son como padres; con peleas entre compañeros por verdaderas nimiedades y bromas que pueden llegar a ser pesadas.
Pero la peli también refleja las otras cosas, la camaradería, la renuncia a lo propio para compartirlo con los otros; el miedo por encontrarte al enemigo a la vuelta de cualquier recodo y por contra, el arrojo cuando este aparece; la épica de las acciones de comando...
El film tiene una parte de denuncia, cierto, las escenas que transcurren en el hospital, critican esas apariencias por parte del alto mando, pareciendo que se preocupan por los heridos, cuando en realidad sólo quieren saber a cuántos pueden volver a enviar a primera línea. El desprecio por la tropa queda patente.
Y es, también él momento elegido por Peckinpah para ese interludio de amor en el que Senta Berger da la réplica a Coburn y que supone una de esas dualidades que introduce Peckinpah en sus películas y en las que tan bien se mueve. El amor, por un lado y el casi desprecio o, al menos, indiferencia que el sargento Steiner demuestra en la despedida.
Dualidades de este tipo que aparecen de vez en cuando, durante la peli, con el soldado ruso capturado, un niño apenas, de rostro angelical, al que Steiner toma bajo su protección; o la celebración del cumpleaños del teniente en pleno bombardeo de sus posiciones por el enemigo.


Un excelente film de guerra, que ha sido reivindicado con posterioridad, con momentos de gran realismo y que se desprende de lo ideologico, de las SS o del nazismo, para narrarnos una historia de soldados alemanes que luchan por su patria, aunque esta esté equivocada, como podría traernos el relato de un soldado de cualquier otro ejército.
Seguramente buena parte de las propias experiencias del autor de la novela, que Peckinpah sabe llevar a la pantalla, pese a lo ajustado de los medios con los que contó. Una magnífica película.



2 comentarios:

  1. Extrarordinaria película con todo lo que es -era- Peckinpah. Esa camaradería tan masculina que se refleja en todas sus películas -Grupo Salvaje,Mayor Dundee...-, el respeto a los códigos de honor y lealtad, esa obsesión por la muerte, por estar en el lado equivocado...

    Muy recomendable para aquel que no la haya visto.

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  2. A mí, personalmente, con lo subjetivo que es esto, me gusta más que su alabada "Grupo salvaje"

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