domingo, 31 de julio de 2011

LOS GRITOS DEL SILENCIO

Curiosa la historia de este film que casi da para hacer otra película sobre las circunstancias que rodearon su rodaje, sobre alguno de sus personajes y los actores que los interpretan, sobre los apartados técnicos, la música...
Es una peli que a mí, particularmente, me deja un sabor bastante agridulce, reconozco, como no podía ser de otro modo, el esfuerzo y la ilusión que, sin duda, se pusieron en su preparación y rodaje, el espíritu que la anima, pero ¡qué quieren!, no me acaba de gustar, me parece que la primera mitad del film deja qué desear y que se desaprovecha, por un lado el elenco de actores que logra reunir, y por otro la historia en sí misma, que no logra transmitir más que una situación, el descontrol, la confusión que reinaba en Camboya durante los días previos a la toma del poder por los Jemeres Rojos. Quizá es que yo pienso que quiere enseñarnos algo más y no sabe hacerlo y resulta que lo que pretendía el realizador era sólo eso.

Sin embargo, la parte de la estancia del periodista camboyano en los campos de exterminio y su peripecia durante la huida, me parece que pone en valor todo el film, pero eso tarda en llegar muchos minutos que considero mal aprovechados.

Joffé tuvo a su disposición un reparto nada desdeñable, Sam Waterston, John Malkovich, Julian Sands y el hallazgo impagable de un actor no profesional: Haing S. Ngor. Éste consiguió el oscar al mejor secundario, algo que puede llamar la atención poderosamente, pero cuando conocemos la trayectoria vital de este hombre, entendemos buena parte de su magistral y convincente actuación.
Haing era un superviviente de los campos de exterminio, su historia es espeluznante (no más que la de los cientos de miles que por allí pasaron y muchos no salieron con vida de ellos) y lo que hace es revivir su propia vida y hacernos un regalo interpretativo, una lección viva de historia real.

La interpretación de Haing S. Ngor, es el soporte principal del film, después de que hayamos tenido que aguantar durante buena parte del film a un Sam Waterston que a mí se me llega a hacer desagradable, dando órdenes a diestro y siniestro, imagen del periodista occidental de periódico influyente que piensa que todo el mundo debe hacer lo que él desea por imposible que parezca y resulta que sus grandes éxitos informativos se deben a la pericia negociadora de su ayudante local, al que convierte casi en un mayordomo. Hay en esta relación una latente y oculta vivencia de tipo sexual, pero eso pueden ser visiones mías particulares.
Por otro lado, tenemos a un John Malkovich que parece que está perdido por allí, no porque lo haga mal, sino porque le toca lidiar con ese papel.
En el apartado musical, una partitura de un grande (Mike Oldfield), denostada no sólo por el publíco (en general) de la peli, sino por muchos entendidos que la ven como fuera de lugar y eso que el hombre se había estado documentando arduamente sobre el folclore camboyano y que cuando la tenía acabada, tuvo que reescribirla porque no gustaba al director, para, al final, acabar recomponiéndola porque se cambió el metraje. Resultado: Oldfield nunca más quiso saber nada de música para películas.

Así pues, un gran documento sobre el terror que imperó en la Camboya de Pol Pot y sus Jemeres Rojos, el mayor experimento de ideologización colectiva y esclavismo en bien del pensamiento único que ha conocido la historia y una primera parte del film bastante desigual. A pesar de ello, yo la recomiendo, sobre todo para quienes no conozcan este capítulo de la historia reciente y quieran aproximarse a él.



2 comentarios:

  1. Hombre: a esta película le falta algo, o le sobra demasiada paja, hasta que aparecen las azañas del peridista camboyano para huir hacia la libertad.

    Saludos cordiales

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  2. Yo no considero que le sobre, el principio narra la vergonzante huida de los occidentales de Phnom Penh, pero creo que está mal contado.

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