sábado, 2 de julio de 2011

¿BRANDY O COÑAC?

Coñac. (Del fr. cognac, y este de Cognac, ciudad francesa).
1. m. Aguardiente de graduación alcohólica muy elevada, obtenido por la destilación de vinos flojos y añejado en toneles de roble.

Lo que antecede es lo que encontraremos en el diccionario de la R.A.E. si buscamos la palabra coñac, algo que no resuelve muchas dudas con respecto a la cuestión planteada en el encabezamiento.
La realidad nos dice que si buscamos el vocablo coñac en cualquier botella que contenga el destilado que así llamamos comunmente, no lo encontraremos.
Coñac, mejor dicho, cognac, es la palabra que identifica a la bebida producida en esa región de Francia y no puede ser utilizada fuera de allí.
Algo así ocurrió con el champagne, pero los productores (sobre todo catalanes) del espumoso, estuvieron más listos, lo cambiaron por cava y han hecho campañas publicitarias desde hace muchos años, de tal modo que en la actualidad, no sólo en España, en muchos lugares del mundo, saben lo que les quieren vender cuando oyen hablar de cava.


Los bodegueros españoles dedicados a la producción de coñac, sin embargo, han pasado bastante del asunto y aunque en sus etiquetas han incluído la palabra brandy, no han hecho publicidad en conjunto, sino que cada productor se ha dedicado a promocionar su marca y además, tampoco han estado muy preocupados de buscar un nombre que identifique a las bebidas de esta especialidad que se fabrican en España. Simplemente han dejado que la gente siga pidiendo un coñac.


La palabra brandy es tan extraña a nuestra lengua como coñac, pues proviene del holandés brandewijin (vino quemado), los ingleses la amoldaron a su lengua y quedó brandy.
En Andalucía, la bebida que se hacía era un aguardiente, pero esta denominación se identificaba con las bebidas incoloras o con las de gusto anisado y además el gran mercado de Jerez estaba en la exportación, por lo que al producto que salía tras envejecer en roble el aguardiente, que tenía un color parecido al de coñac francés, comenzaron a etiquetarlo como brandy, con vistas a su venta en Inglaterra y todo su imperio.
De cualquier modo los bodegueros no pusieron mucho énfasis en implantar el término en nuestro país y aquí seguimos llamándole coñac.


En los años 50 se convocó un concurso para sustituír el término galo. Alguién propuso la palabreja jeriñac, una combinación de jerez y coñac. Pero estamos en Andalucía, donde hacen chistes hasta de su madre. Así que no tardaron en aparecer chascarrillos y jerigonzas varias que inutilizaron para los restos este nombre, para el que tampoco es que se hubieran estrujado mucho el cerebro.
Uno de los chistes que circulaban era este:
Pregunta el camarero:
-¡Qué desea el señor?
Responde éste:
-Jeriñac.
Y el camarero de forma atenta, le dice:
-Al fondo, la segunda puerta de la derecha.



Mientras los franceses han de recurrir a una leyenda para explicar el incio de su coñac y cuentan que allá por el siglo XVII, nada menos que Satanás se apareció al caballero Jacques de la Croix, para contarle el secreto de cómo atrapar el alma del vino.
Nosotros sabemos que nuestros aguardientes que dieron origen al brandy o coñac andaluz, vienen, como tantas otras cosas, de la época andalusí. Los musulmanes emplearon alambiques para destilar el vino y extraer su alcohol. Hay un documento de 1310, en el que Arnau de Vilanova, un valenciano, médico de Pedro III de Aragón, describe cómo se destilaban los vinos para obtener una bebida que servía para la curación de los cuerpos y alegría de los espíritus.


Se cree que la Iglesia tuvo gran influjo en la difusión internacional de estos destilados de vino.
Por un lado, el trasiego constante a través del Camino de Santiago de gentes de varios países y, por otro, los monjes que desde mediados del siglo XIV, se dedicaron ha elaborar estos alcoholes en sus conventos, haciendo varios tipos de destilados de hierbas que, eufemísticamente, llamaron licores digestivos.


Independientemente del nombre que le demos, el brandy jerazano destaca por su calidad, conseguida mediante el procedimiento autóctono llamado de soleras.
Consiste en que a medida que envejece el licor, va trasladándose a otros barriles que se encuentran en un nivel inferior.
El nivel del suelo (ya imagináis de dónde viene lo de solera) es aquel en que se ennoblece más el producto, pues hasta llegar allí, ha estado más tiempo en contacto con la madera.
Los expertos dicen que, con este procedimiento, se consigue mayor calidad que con el sistema estático llamado de añadas, en que el aguardiente envejece todo el tiempo en la misma bota.


Así que, después de todo este rollazo, que he procurado hacer más llevadero con estas foticas de viejos carteles publicitarios (bueno, vale, el de Don Orson no es de coñac, es de vino), podéis llamar al destilado del vino, coñac, brandy o cómo os de la gana, pero al menos sabremos, vosotros y yo, de lo que estamos hablando.




5 comentarios:

  1. A servidora no le pasa por el gaznate jeje, saludos

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  2. A mi tampoco, soy bastante mal bebedor.

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  3. Osease, que nos venden la misma bebida pero cambiando los nombres... yo creía que todas eran distintas... glups

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  4. de todos modos, Alfonso, podías haberte dejado asesorar por tu pequeño hijo si tenías dudas, que de esto estudia mucho en Salamanca jaja

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