jueves, 8 de octubre de 2009

EL BOLÍGRAFO

Un utensilio este que llamamos popularmente "boli", que nos resulta de lo más cotidiano. Sin embargo, tiene su propia historia. Desde la escritura perecedera, con punzones sobre barro o cera, hasta las llamadas escrituras duraderas, realizadas con cañas afiladas sumergidas en tinta; el cálamo, hecho tratando plumas de ave; las plumas con punta metálica; los lapiceros; la pluma estilográfica; el hombre siempre había estado buscando un sustituto sencillo y limpio que aunara las ventajas de todos estos mencionados.
Se dice que Galileo (¡cómo no!), ya había diseñado algo parecido a lo que ahora llamamos bolígrafo, pero hasta 1888, no se patentó el producto para marcar el cuero, consistente en una pluma con un rodamiento en su punta, por parte del estadounidense John Loud. La patente no fue explotada comercialmente y la estilográfica campó a sus anchas durante los siguientes 60 años. A todos nos suenan nombres como Parker, Sheaffer, Waterman, Pelikan, como los de los de las marcas que acaparaban el mercado.


La invención del bolígrafo, más o menos como hoy lo conocemos, se debe a un húngaro, Laszlo Biro, nacido en Budapest el 29 de septiembre de 1899. Un tipo peculiar, del que se podría escribir sin parar. Este hombre tuvo que interrumpir sus estudios de medicina debido a un accidente, pero empezó a ser solicitado por los médicos para colaborar con ellos, utilizando las técnicas hipnóticas que dominaba, para lograr efectos analgésicos. Ganó tanto dinero con el hipnotismo que perdió todo interés por la carrera de medicina y decidió abandonar los estudios reglados.
Además del hipnotismo terapéutico, se ocupó de la grafología, fue agente de una compañía petrolera, agente de bolsa, corredor de automóviles... Tenía una especie de don como inventor. El año que se casó, inventó una lavadora, que llegó a ser fabricada en serie; inventó una caja de cambios, la General Motors le invitó a Berlín a hacer una demostración, por la patente le ofrecieron 500 dólares mensuales durante 5 años y participación en la producción, lo que no le dijeron era que no pensaban fabricarla, ellos ya trabajaban en una caja hidráulica y le compraron la patente para que no les hiciera la competencia.
En 1938 patentó su invento que consistía en un cilindro lleno de tinta con una bolita metálica capaz de girar. La acción de la gravedad debía hacer bajar la tinta, impregnar la bola, fluir sobre el papel al deslizarse y secarse más o menos rápidamente. A partir de ahí, sus investigaciones prosiguieron a fin de conseguir la tinta adecuada.
Cuando trabajaba como inventor para el gobierno francés durante la II Guerra Mundial, los nazis invadieron Francia, así que Biro, que era judio, emigró a Argentina en un barco español llamado Sevilla, junto a su esposa, su hija Mariana, su hermano György y su socio Johann Georg Meyne, patentó su invento, mejorado, en Argentina el 10 de junio de 1943, llamándolo birome, nombre que venía de los apellidos de él y de su socio. Este término se convirtió en un sustantivo y en paises como Inglaterra, Nueva Zelanda o Australia, los bolígrafos son conocidos como biros. En España, el industrial catalán Amadeo Arboles, registró en 1946 la marca bolígrafo, que sigue vigente, pero la R.A.E. la ha incorporado a su diccionario para referirse a la pluma que acaba en una bolita.
La empresa de Biro quebró, en parte debido al alto coste de su nuevo invento. En 1951, Marcel Bich, le compró la licencia. Aunque francés de nacionalidad, Bich había nacido en Turín en 1914, su madre era baronesa francesa, de la que heredó el título. De joven estudió en París y en Madrid, aún cuando su espíritu emprendedor y creativo le llevó por otros derroteros que los estudios de filosofía que había comenzado. Cuando le compró el invento a Biro, soñaba con perfeccionarlo, diseñó una nueva punta de tungsteno con la que regular el flujo de tinta y acabar con los manchones. Cuando en 1953 salió de su fábrica el primer bolígrafo con la marca BIC, derivada de la pronunciación de su apellido al que quitó la "h" final, escribió con él una palabra que ya no le abandonaría : "Éxito". Aparte de la punta de tungsteno y del cuerpo exagonal de poliestireno, lo más importante de su invento es que era desechable y, por tanto, más barato. La producción inicial de 1.000 unidades diarias pasó, en tres años, a 250.000.
Al dominar BIC el mercado de los bolígrafos desechables, marcas como Parker o Sheaffer se dedicaron al mercado de estilográficas y bolígrafos recargables de mayor calidad, en el que compiten con firmas como Montblanc.
Bich convirtió su marca en una de las más populares del planeta y además del bolígrafo tuvo otras dos geniales ideas, el encededor de gas y la maquinilla de afeitar desechables. Hoy vende 15 millones de bolígrafos al día en todo el mundo.
Laszlo Jozsef Biro, falleció en Buenos Aires el 24 de noviembre de 1985, a los 86 años. El Barón Marcel Bich, en 1994, cuando contaba 79 años de edad.

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