En 1936, la familia Schwart, tras una peripecia que les lleva a través de Francia, llega al puerto de Nueva York huyendo de los nazis que se han hecho con el poder en su país. La madre, nunca preguntó a su marido de dónde había sacado el dinero para el viaje y para pagar los sustanciosos sobornos (al consul norteamericano en Marsella, entre otros) para conseguir los visados que les permitieron entrar en el que sería su país de acogida.
Rebecca, la menor de tres hermanos, nació a bordo del barco que les llevó hasta allí, cuando ya estaba anclado en el puerto, por lo que a ojos de su padre y de la Ley, era a todos los efectos, ciudadana norteamericana.
La familia llega a la pequeña población de Milburn, al norte del estado de Nueva York, casi lindando con el sur de Canadá, donde Jacob Schwart es contratado como encargado del cementerio local. Vivirán en una casita de piedra situada en el interior del cementerio, junto a sus puertas, por la que no pagarán alquiler, lo que hace atractivo aquel puesto para un hombre que busca desesperadamente un sitio donde vivir.
En la novela de Joyce Carol Oates, acompañamos a Rebecca a lo largo de su vida, desde esa infancia como hija del sepulturero, hasta su ancianidad en una residencia de Lake Worth (Florida). Con una infancia difícil, como lo sería casi toda su vida, víctima de burlas y menosprecios por el trabajo de su padre y su condición de emigrada, que se verá recrudecida cuando estalle la guerra en Europa, por su origen alemán. Casada muy joven con un tipo aparentemente caballeroso y con facilidad para las relaciones sociales, Rebecca vivirá un verdadero infierno junto a Niles Tignor, trabajando en una fábrica de la localidad de Chautaqua Falls, a cuyas afueras vive, con su pequeño hijo. El marido, que dice ser representante de una fábrica de cervezas, pasa largas temporadas fuera de casa y Rebecca sospecha que su hijo y ella están en peligro, pues cada vez que regresa a casa, junto a manifestaciones de cariño, alterna momentos de celos y violencia, hasta que se produce lo inevitable y propina una paliza a madre e hijo que casi acaba con sus vidas.
Es quizá esta la parte más intensa del relato en que el lector vive con rabia, los malos tratos que soporta Rebecca, de los que no se nos ahorra detalle. Sentimos piedad, vergüenza y, como digo, rabia, por la situación injusta y peligrosa de Rebecca que acabará huyendo y demostrando astucia, habilidad, inteligencia natural y perseverancia, para sacar adelante a su hijo, cambiando de nombre y trasladándose constamente de un lugar a otro para que Tignor no pueda encontrarlos, pues está convencida de que los matará si lo hace.
Rebecca pasará por diversas circunstancias hasta encontrar un camino de cierta tranquilidad en su vida y la estabilidad que nunca tuvo, a veces actuando con la picaresca que la vida difícil que ha llevado le enseñó.
Una novela que habla sobre los desplazados, la difícil vida de los inmigrantes en países de los que no conocen ni idioma ni costumbres y en los que siempre serán extranjeros, a veces tratados como ciudadanos de segunda. También del maltrato a las mujeres, del peligro de muerte en que viven algunas y más en aquellos lejanos sesenta del siglo pasado, en que una mujer maltratada siempre era sospechosa de haber provocado su situación.
Historia intensa, con momentos de gran dureza y otros en que la esperanza llama a la puerta de la protagonista. Una mujer fuerte y luchadora que se abre camino con astucia en un entorno francamente hostil para salir adelante.
Una historia muy dura, a juzgar por lo que cuentas.
ResponderEliminarLa primera parte de la novela lo es, precisamente porque es bastante real, por desgracia.
Eliminar