jueves, 30 de mayo de 2019

LA TUMBA DE LAS LUCIÉRNAGAS

Setsuko, una niña de cuatro años y su hermano Seita, un adolescente de catorce, viven cómodamente con su madre en Japón, en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. Su padre es oficial de la Armada Imperial y nada saben de lo que puede haber sido de él.
Un día, las sirenas que avisan de los ataques aéreos comienzan a sonar, cuando una flota de bombarderos americanos B-29 Superfortress vuela por encima de sus cabezas. La madre de los niños, que padece una afección cardíaca, pone a Setsuko al cuidado de su hermano mayor y le da instrucciones para que asegure la casa mientras ella se dirige a un refugio antiaéreo. Cientos de bombas incendiarias se lanzan sobre la ciudad y la mayoría de los civiles son sorprendidos. Seita y Setsuko logran sobrevivir ilesos al bombardeo y van en busca de su madre. La encuentran en una clínica improvisada establecida dentro de una escuela, quemada horriblemente y cubierta de pies a cabeza con vendajes ensangrentados. Ella muere poco tiempo después y es incinerada junto a otras víctimas.
De repente, ambos hermanos se convierten en huérfanos.
Al principio encuentran un hogar temporal con unos familiares. Inicialmente las cosas van bien y la vida parece casi retornar a la normalidad. Pero ambos hermanos acaban teniendo una discusión con su tía cuando se dan cuenta de que son tratados con menosprecio debido a su condición de refugiados y deciden escapar. Se van de la casa y se instalan en un refugio abandonado. Los dos dependen uno del otro para poder mantener un techo sobre sus cabezas y alimento en sus estómagos.
Cuando todo comienza a escasear, su vida se convierte en una lucha constante por la supervivencia, hasta que sucumben gradualmente al hambre y su único entretenimiento es la luz de las luciérnagas.


El guión se basa en una novela del japonés Akiyuki Nosaka. El autor fue uno de aquellos niños que vagaron por los campos japoneses en los últimos meses de la guerra, cuando el general americano Curtis LeMay de la Fuerza Aérea Estratégica de Estados Unidos (USAF), ordena una serie de bombardeos sobre el Imperio del Sol Naciente con la intención de amedrentar a la población a la vez que destruir las principales infraestructuras del país. En aquellos bombardeos indiscriminados, no solo se arrojaron proyectiles convencionales, sino una buena cantidad de napalm, bombas incendiarias, cargadas con líquido inflamable y fósforo. El resultado de todo aquello es que no solo las bombas mataban sino que a los bomberos y voluntarios japoneses les era totalmente imposible acabar con el fuego, no pudiendo acercarse a los edificios en los que algunas personas se abrasaron vivas. Las secuelas de todo ello fue horrible: más de 60 ciudades fueron devastadas; murieron alrededor de 500.000 civiles, y otros 400.000 sufrieron heridas graves que les dejaron deformidades de por vida. Solo en Tokio murieron en seis horas 100.000 personas y 260.000 edificios fueron destruídos por el fuego.
El novelista perdió a su madre adoptiva en uno de aquellos bombardeos y vio morir de hambre a su hermana pequeña.


Es una película de dibujos animados, pero no es precisamente una película familiar, por la dureza con que muestra lo absurdo y cruel de la guerra. El film refleja la miseria y también la irracionalidad de algunas personas que, aún viendo todo el sufrimiento que tienen alrededor, todavía muestran su desatinada devoción por el emperador y una especie de fanatismo demencial en que un mal entendido orgullo les lleva a un abismo sin retorno. En medio, los inocentes, los que siempre pagan las consecuencias de estos desatinos.
Un alegato antibelicista a base de mostrar la cruel realidad de los desastres de la guerra, pero con un tratamiento que llega a las entrañas, porque la película consigue sacar poesía de la tragedia a través de la mirada infantil de la dulce Setsuko que no entiende lo que está ocurriendo a su alrededor.
Isao Takahata, el realizador también de series tan conocidas para la televisión como Heidi o Marco, eleva el cine de animación a otro nivel con esta película, producida por los míticos estudios Ghibli, fundados por él mismo y su amigo Hayao Miyazaki.
Un film que es toda una obra maestra del cine de animación japonés y que a más de uno arranca una lagrimilla al final de la proyección.




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