jueves, 9 de mayo de 2019

EL ÁRBOL DE LA VIDA

La Sra. O'Brien (Jessica Chastain), recibe un telegrama en que se la informa del fallecimiento de uno de sus hijos, mientras el Sr. O'Brien (Brad Pitt) recibe idéntica noticia por teléfono. La familia se ve arrojada a un mundo de dolor al que intentan hacer frente desde el refugio de su hogar de la periferia de la ciudad.
Jack O'Brien (Sean Penn), otro de los hijos del matrimonio, se encuentra a la deriva en su vida como arquitecto. Por teléfono, le confiesa a su padre que piensa a diario en la muerte de su hermano.
En el film, recordamos como la familia O'Brian vivía en Waco (Tejas). La entonces joven pareja está cautivada por el jovencito Jack, y sus dos hermanos, ya que la familia crece rápidamente. La película se centra en la familia cuando Jack (Hunter McCracken) alcanza la adolescencia. El Sr. O'Brien intenta equilibrar su sentido paterno, con el gran amor que siente por sus hijos. Es severo y autoritario, a la vez que profundamente afectuoso y acogedor. Por el contrario, la Sra. O'Brien es cariñosa y empática, con una actitud más permisiva hacia sus hijos.
El Sr. O'Brien ansía el éxito económico y lamenta haber fracasado en su sueño de convertirse en un gran músico. Consigue patentes por varios inventos, pero ninguna parece darle beneficios. Mientras él está ausente, los chicos disfrutan de un acceso sin restricciones a su madre y Jack experimenta las primeras punzadas de rebeldía. Incitado por otros chicos de su edad, Jack comete actos de vandalismo y maltrato animal. Jack está confundido por sus experimentos con la violencia.


La película triunfó en el Festival de Cannes de 2011, con una excelente acogida de crítica y público, llevándose al final, la Palma de Oro del certamen.


Una película que levanta sentimientos extremos, no en vano, frente a quienes experimentan la sensación de haber asistido a un espectáculo único, hubo mucha gente, cuando se exhibía en cines, que abandonaba la sala incapaz de soportarla hasta el final por aburrida o ininteligible.
No resulta extraño si recordamos que el propio Sean Penn se mostró en desacuerdo con el trabajo de Terrence Malick, que, según él, desvirtuaba el guión. Algo de razón debe tener, pues si tomamos sus apariciones a lo largo del film de forma aislada, no debió entender demasiado en qué consistía su trabajo dentro del film y si acudimos a la cinta ya montada, es cierto que, posiblemente, su personaje es lo que peor encajado está dentro del conjunto y con ello no quiero decir que no tenga sentido, que lo tiene. De hecho, es el personaje central del film, no por los minutos de aparición en pantalla, pero muchos piensan que es el alter ego de Malick. Y es que resulta curioso el peso que los propios fantasmas del realizador tienen en la historia y la franqueza con que expone sus sentimientos sobre su infancia.


Más allá de la calidad y espectacularidad de las imágenes, estas tampoco han sido recibidas de forma unánime, pues hay quien ve una amalgama de fotogramas preciosos que nada aportan al relato. Sin embargo, esto es muy de Malick, esa especie de digresiones visuales que utiliza en sus películas en las que contemplamos el mecer de la hierba, el discurrir del agua, los amaneceres y los ocasos... Es Malick y así es su cine.
Otro tanto ocurre con las secuencias que quieren retratar el origen de la vida y la parábola que representan esas imágenes, que para algunos son un relato pretencioso.
Todo esto, como de costumbre, me imagino que poco habrá significado para el director Illinois, cuyas películas están dirigidas a espectadores que no vayan buscando el cine habitual y que exige de ellos cierto esfuerzo intelectual para la comprensión de su mensaje.


En cuanto a que el argumento resulte poco inteligible, pues bueno, es una opinión, una manera de verlo, yo creo que es poco convencional, pero me parece que se entiende perfectamente.
El propio Terrence Malick dijo que más que imágenes, con este film quería transmitir sentimientos. Que lo haya logrado o no, queda al gusto y la interpretación de cada cual, pero ese era su propósito y para ello, había de salir de los habituales parámetros, lo que convierte al film en un espectáculo que no es para cualquiera, sin menospreciar a nadie a quien no le guste.




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