viernes, 7 de septiembre de 2018

PASAPORTE A LA FAMA

Tras ocho años de escrupulosa puntualidad, Arthur Ferguson Jones (Edward G. Robinson), llega un día tarde al trabajo y por una casualidad, descubre su increíble parecido con  'Killer' Mannion (también interpretado por Robinson), resultando detenido durante el almuerzo que estaba disfrutando junto a su secreto amor, la señorita Wilhelmina Clark (Jean Arthur), una compañera de trabajo.
Aclarada la confusión, el fiscal le entrega una especie de salvoconducto para que, en el caso de que vuelva a ser víctima de esta confusión de identidades, pueda dejar claro ante la policía que él no tiene nada que ver con el delincuente a quien se parece físicamente.
A consecuencia de este incidente, su jefe le pide que escriba sobre Mannion para publicarlo en el periódico.
Al llegar a casa, se encuentra con Mannion, que se ha enterado de la existencia del salvoconducto y pretende beneficiarse, afirmando que lo utilizará durante la noche, en tanto Jones, dispondrá del documento durante el día, además le dicta lo que ha de publicarse en el periódico.
Para librarse de Jones, en tanto dan con Mannion, el fiscal del distrito manda al primero a prisión, con la excusa de protegerle, sin embargo será Mannion quien ingrese en su lugar, para deshacerse de un delator y luego escapa.
Sospechando, la señorita Clark va al apartamento de Jones y descubre el ardid de Mannion. Pero antes de que pueda poner sobre aviso a la policía, es secuestrada por el gángster y sus compinches. Jones se verá sometido al chantaje de Mannion.


Es uno de los films menores de Ford, rodado con escaso presupuesto, pero en el que el realizador norteamericano, deja su sello.
Sobre un tema trillado en el cine, del que se han hecho numerosas variaciones, cual es el de la confusión de personas diferentes por su parecido físico, Ford consigue atraparnos mediante un montaje muy dinámico que no deja de suscitar nuestro interés porque siempre está ocurriendo algo en pantalla.
Fuera de los dos personajes físicamente idénticos, el del oficinista y el del bandido, cuyas diferencias son evidentes, la película plantea otra dualidad muy interesante, la de Jones y la Señorita Clark. El primero un tipo sumiso, dócil, apocado y de modales educados hasta la caricatura (cuando los guardias le dejan libre tras haber hecho con él lo que han querido, sin atenerse a razones, les pide disculpas por las molestias ocasionadas), mientras Clark es una chica independiente, segura de sí misma, audaz, atrevida y convencida de que hay que plantar cara a la vida y no dejarse apabullar por el poderoso de turno.


Al tratar el asunto en clave de comedia, Ford eludió la prohibición del género gansteril dictada por el Código y que estuvo vigente durante casi un año. El éxito de taquilla del film propició el renacimiento del cine policiaco, si bien bien la película hubo de plegarse a algunas imposiciones, como la eliminación de la escena del secuestro de la tía de Jones (la vemos ya cautiva, pero no su captura) y la de un asesinato que se produce en prisión, rodado explícitamente y que pasa a estar fuera de campo, aunque curiosamente la escena resulta mucho más interesante desde el punto de vista artístico, al ver sólo las sombras de los personajes desapareciendo y a Mannion regresando a la pantalla limpiándose las manos con un pañuelo.
Escenas que me han llamado la atención, son las de la presentación del gánster, con una maravilloso juego de luces y sombras y las de la oficina donde trabaja Jones, mostrando una arquitectura muy moderna, un brillante travelling de inicio y el maremagnum de empleados, siempre en movimiento y transmitiendo cierto aire de alienación (¡adiós esclavos!, les dice Jones, cuando se despide, después de haber estado reunido con el dueño de la empresa).
La película deja una cuantas críticas tan claras como inteligentes: A la policía, a la que se presenta siempre acudiendo en tropel y apartando sin consideración a todo el que se cruza en su camino; a la prensa sensacionalista que se inventa motivos y situaciones sin atender a las consecuencias sobre las personas, con tal de obtener un titular llamativo; a la maquinaria empresarial moderna que aplasta la iniciativa individual, que no aprecia las cualidades del individuo y lo convierte en una máquina, víctima de un nuevo concepto de esclavitud (el jefe de Jones, le lleva a la cárcel la contabilidad de un cliente, McIntire, para que trabaje en ella, ya que va a pasar muchas horas sin nada que hacer).
Divertida comedia, con una actuación que contiene algunos momentos brillantes de Edward G. Robinson en su doble papel e intervenciones muy buenas de algunos de los secundarios. La película es desigual y quizá sea mejor durante el primer tramo, para decaer algo al final.




8 comentarios:

  1. Edward G. Robinson era un actor inmenso y me imagino que, como casi todas sus películas, ésta será también muy divertida.

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    1. Aunque no es de los mejores trabajos de Edward G. Robinson, tiene bastante chispa.

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  2. Joder el mogollón de años que hace que la vi. Creo que está bastante entretenida.

    Salud Trecce.

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  3. Cintas de Ford que dejan recuerdos imborrables y dan ganas de volver a verlas para disfrutar del cine con mayúsculas.

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  4. Ya con Charles Chaplin se usa el presentar a los policía como una multitud de uniformados, torpes y con poco discernimiento.

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    1. Es un recurso muy típico de las películas mudas, en efecto, que Ford utiliza en esta ocasión y resulta muy divertido, dando una imagen realmente penosa de la policía.

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