lunes, 15 de enero de 2018

EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS

Bruno (Asa Butterfield) y su hermana viven cómodamente en Berlín, ciudad que han de abandonar porque a su padre lo han ascendido. Ahora habitarán una casa situada en un lugar bastante aislado, salvo por el hecho de que cerca de ella se halla una granja en la que trabajan unos campesinos muy extraños. Eso es lo que piensa Bruno, quien desconoce que se trata de un campo de concentración en el que malviven unos judíos famélicos. El jovencito, aburrido en su nuevo hogar, se acercará hasta la alambrada que lo separa de ese sitio que tanto le llama la atención, encontrándose con un niño de su misma edad —ocho años— llamado Shmuel (Jack Scanlon) que está vestido con unas ropas que se asemejan a las de un pijama. Pronto trabará amistad con él, pero al mismo tiempo irá descubriendo que la realidad quizás no es tal y como se la cuentan los adultos, dándose cuenta, entre otras cosas, que no se le permite trabar amistad con algunas personas por el simple hecho de ser judíos, caso en el que se encuentra, entre otros, su nuevo amigo Shmuel.
Mientras tanto, el padre de Shmuel desaparece y el niño trae consigo uno de esos extraños pijamas que Bruno se pondrá para pasar al otro lado de la alambrada y ayudar a su amigo a buscar a su padre.


El guión se basa en la conocida novela del mismo título, del irlandés John Boyne, de la que se han vendido varios millones de ejemplares en todo el mundo.


Mucho se ha escrito sobre el horrible asunto del Holocausto y todo es poco para que tengamos conciencia, siquiera sea desde la comodidad de nuestras vidas, de este vergonzoso episodio de la historia reciente de la humanidad.
Entre las cosas que se le han criticado a la película desde algunos sectores, es que banaliza o suaviza, si se quiere, el asunto que trata y que con él no se puede andar con medias tintas, algo así como lo que ocurre con películas como por ejemplo La vida es bella, que mira desde un punto de vista diferente el desgarrador panorama que supuso el exterminio masivo de judíos. En fin, no deseo entrar en polémicas porque son asuntos tan delicados que hieren muchas sensibilidades y a veces tenemos sobre ellos posturas inamovibles sobre las que es difícil establecer un diálogo, pero creo que quien vea esta película como una forma ligth de hablar sobre los campos de exterminio o está cerrado en banda o no ha sabido o querido ver que el film lo que pretende es hacernos llegar un punto de vista determinado, el de un niño, que no entiende nada de lo que está ocurriendo desde su mirada limpia de prejuicios y se encuentra con mentiras, medias verdades y silencios que no le cuadran nada con lo que al final acaba viendo. Es una reflexión sobre la capacidad de generar horror que tenemos los humanos cuando abandonamos la infancia y nos adentramos en la edad de los odios y las venganzas, muchas veces escudándonos en la obediencia debida o en no querer ver lo obvio para ser cómplices de la barbarie.


Bien interpretada, el guión y el director, dejan fuera la realidad explícita, pero las miradas, esos silencios a que aludíamos, los diálogos de los niños, la cara hinchada del pequeño judío tras la paliza que no se ve en pantalla, el miedo, la resignación humillante, todo eso, sí que se palpa. Quizá haya quien quiera algo más explicito, pero a cualquier alma un poco sensible, el mensaje le llega y le deja el espíritu encogido.
Un cuento moral que prefiere dejar fuera de campo la muerte y los aspectos más desagradables, reducidos a una humareda maloliente, a una ausencia para siempre o a un grito desgarrador que se apaga con un fundido final en negro.




6 comentarios:

  1. Extraordinaria novela. Al igual que la peli de "La Vida es bella".

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    1. Otro punto de vista para contemplar la barbarie del Holocausto, que le llega a uno al corazón.

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  2. Ambos muy recomendables, el libro y el largometraje. Pocas veces la película complementa y da más información que el libro (generalmente es al revés), pero aquí se cumple y el espectador/lector lo agradece.

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    1. La adaptación es bastante fiel y además no se pierde en calidad de lenguaje visual, algo que ocurre con frecuencia cuando se pretende ceñirse al texto.

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  3. La recuerdo, joder y vaya historia más cruel y dura la del Holocausto.

    Salud Trecce.

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    1. Sin apenas escenas violentas, transmite perfectamente la crueldad y vileza a que se vieron sometidos tantos judíos por el mero hecho de serlo.

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