Lena es hija de un matrimonio judío de posición económica desahogada, una mujer de espíritu libre que decide vivir el presente sin pensar demasiado en el futuro, sin atenerse a las normas convencionales, disfrutando al máximo de lo que la vida le ofrece.
En un Berlín que se ha convertido en el centro cultural de Europa, Lena saca jugo a los felices veinte y puede considerarse un prototipo de lo que aquellos años fueron, al menos para una cierta élite en algunos países, pero también para el común de los ciudadanos en otros como Francia o Alemania.
Fiel a una especie de promesa que se hizo a sí misma, tendrá un hijo con cada uno de los hombres a los que amó. Ella es una privilegiada cuya vida se desenvuelve en un mundo de cierto lujo, en el que no faltan buenos automóviles, casas de campo, fiestas, viajes al extranjero y una vida amorosa con sucesivos esposos y amantes, entre ellos los padres de sus tres hijos (un chico y dos chicas), alemanes arios, con lo que los vástagos se convertirán en una especie de mestizos cuando estalle la gran locura en que se verá inmersa Alemania y toda Europa, a raíz del ascenso de Hitler al poder, un acontecimiento insospechado para Else y muchos de los que la rodean, que viven en una especie de burbuja desde la que se niegan a ver el peligro y no conciben que un pueblo culto haya elegido seguir a un monstruo.
Es cierto que hay literatura abundante sobre lo ocurrido en la Alemania nazi, pero aunque ya conocemos lo que Angelika Schrobsdorff nos cuenta en esta suerte de autobiografía, la impresión que sacamos conforme vamos adentrándonos en las páginas de su libro, es que estamos descubriendo algo nuevo, porque en aquel horror, igual que ocurre en la vida en general, cada historia es diferente siendo igual en apariencia, con el valor añadido de que estamos ante un relato real en el que somos partícipes, primero de aquel ambiente de conciertos, cabarets, pintura moderna, cultura en definitiva, por un lado y, por otro, nazis y leyes raciales.
La historia está muy bien narrada, la autora utiliza los nombres reales de los personajes, es decir: su madre se llamaba, en efecto Else Kirshner, su segundo marido y padre de Angelika fue Erich Schrobsdorff, primogénito de una arrogante familia de industriales arios del mismo apellido, y Angelika se las ingenia para contar simultáneamente la historia de su madre, escrita en tercera persona, y la suya. El relato es admirable, como las páginas dedicadas a describir las medidas nazis contra los judíos, el progresivo acoso y extinción de familiares y amigos –la abuela Kirschner murió en Theresienstadt–, el declinar físico de Else, la manera con que supo aferrarse a su dignidad al despertar de golpe, en medio de una violencia bestial, a una realidad que negaba los sueños.
El libro en definitiva, nos habla de una gente que vivía en un paraíso y de pronto, se encontró en el infierno sin acertar a explicarse cómo y por qué se vieron empujados allí.
Interesante y ameno relato. Y ejemplarizante ante la barbarie que suele llegar cuando mejor viven las gentes.
ResponderEliminarCercano y sin victimismo. La autora cuenta su vida y la de su madre, poco más o menos, sin presentarse como un dechado de virtudes o unas pobres víctimas. Sí, son víctimas, pero son seres imperfectos y no rehuye su parte de culpa si la hubiere.
EliminarEn este libro de memorias, la autora nos narra la vida idílica que vivió su madre en ese mundo fantástico que su fantasía iba creando. Pero llegó un día que despertó de su sueño y se encontró con que estaba rodeada de populistas fanáticos y supo entonces que, en vez de en un paraíso, estaba viviendo en un auténtico infierno. Una buena obra para conocer el calvario que padeció pueblo judío entre los nazis.
ResponderEliminarCon una visión complementaria, por diferente, de otras obras que tratan el tema.
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