Fontecilla, un pueblo que vivió tiempos de esplendor gracias a la fama de su balneario, sobrevive a duras penas gracias al campo y a un limitadísimo turismo que apenas deja beneficios; ni siquiera el tren para ya en la estación. Don Ramón (Arturo Romea), el dueño del decrépito balneario, cuyo edificio otrora espléndido, está lleno de goteras, harto de su escasa y poco aristocrática clientela, en connivencia con el alcalde, D. Antonio (Juan Calvo); el maestro, D. Salvador (Paolo Stoppa); el médico, D. Manuel (Manuel de Juan); el farmacéutico, D. Evaristo (Félix Fernández) y don José (Pepe Isbert), un acaudalado propietario, urde un plan: organizar una "aparición mariana", como la de Lourdes, que atraiga al turismo y a los devotos. Cuando se dan cuenta del extraordinario parecido que hay entre Don José y una vieja talla de San Dimas, el buen ladrón, el problema queda resuelto.
El grupo, se pone manos a la obra y organiza la aparición del Santo, que se repetirá cada jueves en la vieja estación y, a pesar de su reticencia inicial, Don José se encarga de interpretar al santo ante Mauro (Manuel Alexandre), un vagabundo de pocas luces, que recibe las primeras instrucciones y se encarga de difundir la buena nueva entre los lugareños, corriendo por las calles y pregonando a gritos el suceso.
La farsa empieza a dar sus primeros resultados, convocando a numerosos fieles cada jueves y dando una nueva notoriedad al pueblo. Pero un día llega a Fontecilla un ladrón que, ocultando su verdadera personalidad, insinúa conocer la conducta e intenciones de los impostores. Este hecho, unido a una serie de inesperados acontecimientos y a las cada vez más frecuentes curaciones originadas por el falso milagro, crea un gran desconcierto entre el grupo de farsantes, que terminan por perder el control y confesar su mentira, aunque nadie les cree.
La historia fue escrita con su amigo José Luis Colina, sobre una idea de Berlanga sacada de un episodio real de un falso milagro en la provincia de Castellón.
La historia fue escrita con su amigo José Luis Colina, sobre una idea de Berlanga sacada de un episodio real de un falso milagro en la provincia de Castellón.
La película presenta una sátira social divertida de España a mediados de 1950. Es una burla de la simplicidad que abunda en el fervor religioso de la gente común, crédulos y manipulados, de la omnipresencia de la religión en el mundo civil y su enorme influencia, del uso de la religión como un instrumento de poder y del oportunismo de las autoridades.
Berlanga tuvo problemas muy pronto, de donde menos esperaba, pues con la censura española ya contaba, pero resulta que la productora italiana (es una coproducción hispano-italiana), era nada menos que del Opus Dei que envió a un tipo, un tal Paolo Moffa que se colaba en los rodajes y no paraba de meterse donde no le llamaban. Total que Berlanga debió acabar hasta el gorro.
Además tuvieron que reescribir ochenta páginas de guión para que pasara la censura, un tal padre Garau fue enviado para que "colaborara" en la reescritura. Berlanga, con esa socarronería tan propia de él, quiso que figurara en los títulos de crédito como coguionista, aunque al final no lo consiguó.
Algún critico dijo de la película que estaba "poco elaborada", ¡pero si se había cambiado el 60 por ciento de la película!, decía Berlanga.
Podemos ver magníficas actuaciones como la de José Isbert, siempre brillante o Manuel Alexandre, su personaje es corto pero enjundioso. Y como anécdota la aparición del entonces niño, Luis Varela que después fue gran actor de comedia y la actuación sobria de José Luis López Vázquez en el papel de párroco, antes de caer en el personaje histriónico que caracterizó buena parte de su carrera posterior.
También interviene el norteamericano Richard Basehart (el almirante Nelson de la inolvidable serie de TV "Viaje al fondo del mar").
La sensación de que nada es esforzado, que la interpretación fluye, a la que contribuyen en gran parte las imágenes y a los encuadres., cambia hacia la mitad del film, cuando aparece el personaje de Basehart, en que parece que todo se vuelve un tanto más artificioso. De ser un relato en que predomina una especie de picaresca, se mete en terrenos metafísicos y el film, al menos para mí, pierde mucho interés.
Me gustaban mucho todas estas películas; Pepe Isbert era genial.
ResponderEliminarAbrazo Trecce
En esta peli, Isbert, como bien dices, está genial.
EliminarLa mayor parte de los actores que intervienen en esta película están reñidos con la sobriedad, gesticulan demasiado y hacen que sus películas pierdan calidad. Lo siento, pero para mi, entra dentro de lo que yo califico como españolada.
ResponderEliminarUna opinión muy respetable.
EliminarMe gusta el argumento, tan propio de aquellos años, y el retrato social que haces del entorno.
ResponderEliminarDebió de ser una peli muy entretenida.
Es una pena que la censura le machacase la película. Berlanga decía que él quería hacer cine divirtiéndose y aquí le habían amargado, hasta el punto que llegó a pensar en dejarlo. Según él, eran tan torpes que al final resultaba que lo más acorde con la doctrina de la Iglesia era lo que le habían dejado rodar según el guión original y lo más separado de ella, lo que tuvo que cambiar.
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