lunes, 21 de noviembre de 2016

LA LOLA SE VA A LOS PUERTOS

Lola (Rocío Jurado), célebre cantaora de flamenco que enamora a todos los hombres que la conocen, y Heredia (José Sancho), su guitarrista que se resigna a quererla en silencio, acuden a un cortijo para actuar en la fiesta de petición de mano de Rosario (Beatriz Santana), que va a casarse con José Luis (Jesús Cisneros), hijo de Don Diego (Francisco Rabal), un rico hacendado. Padre e hijo se enamoran de Lola y el choque entre ambos es inevitable. José Luis rompe con Rosario, su prometida de la infancia, y con su padre y se marcha con Lola que, aunque nunca pierde la cabeza, queda turbada ante la presencia del apuesto señorito. Ambos se sienten atraídos y, sin querer, viven un apasionado idilio que despertará los celos de Rosario y la envidia de Don Diego que, dolido y aprovechando sus influencias, intentará que nadie vuelva a contratar a la artista. Lola comprende que su relación con José Luis no tiene futuro y logra que coincidan en una fiesta Don Diego, José Luis y Rosario para arreglar las cosas.
Josefina Molina adapta para el cine la obra teatral en verso de los hermanos Manuel y Antonio Machado, estrenada el 8 de noviembre 1929 en el teatro Fontalva de Madrid, protagonizada por Lola Membrives, con la que obtuvieron su éxito más sonado como autores dramáticos.
Por cierto, pocos días después del estreno (el 27 de noviembre), se rindió a los autores un homenaje, en el madrileño Hotel Ritz, promovido por José Antonio Primo de Rivera y presidido por su padre, el dictador Miguel Primo de Rivera.
Juan de Orduña, había hecho ya otra versión en 1947, protagonizada por Juanita Reina.


Los Machado, en su momento, pretendieron hacer una obra andaluza, pero sin andalucismos, alejada del estereotipo que tanto abusaba, por ejemplo, de los usos dialectales y de lo más rancio del folclore.
Josefina Molina pretende hacer una revisión de la adaptación de Orduña, en este sentido, volviendo al origen que le dieron los autores de la obra teatral, pero yo creo que no lo consigue, mete allí a Federico García Lorca como figura decorativa y se inventa un acto de exaltación andaluza con Blas Infante (Juan Valdés), en el que Lola interpreta el himno de Andalucía.
Pobres interpretaciones, con un Heredia que en la obra de los Machado tiene algo de filósofo y que aquí se convierte en un tipo chulo y con aire de amargado. Se salvan la interpretación de Paco Rabal, que tiene muchas tablas como para hacer el ridídulo y la voz portentosa de Rocío Jurado, alrededor de la cual y al rebufo de su fama por aquel entonces, se construye el film que se remata con una cursi escena final. Tiene también un par de planos, durante la fiesta en el cortijo, que a mí me recordaron los cuadros de Romero de Torres y algunas tomas aéreas de Sevilla e Itálica. En general, la fotografía es bastante buena, no en vano es Teo Escamilla el encargado de este apartado.
Molina pretende rescatar la crítica social que se hacía en el original a los señoritos terratenientes y su coro de acólitos, pero pienso que la pretensión queda sepultada por la historia romántica, bastante mal tejida, por cierto.
Para admiradores de la Chipionera, a cuya mayor gloria parece estar concebida la película.




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