viernes, 4 de noviembre de 2016

CAFÉ SOCIETY

Hollywood, años 30. Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) es un joven con ganas de comerse el mundo. Su deseo, por encima de todo, es dedicarse a la interpretación. Por eso, se traslada de Nueva York a Los Ángeles con la idea de hacerse un hueco en el mundo del cine. Allí aprovecha los contactos de su tío Phil Stern (Steve Carell), un feroz y todopoderoso magnate de la industria cinematográfica, que sin embargo es querido y respetado por todos quienes le tratan profesionalmente. Será entonces cuando conozca a Vonnie (Kristen Stewart), la guapa secretaria de su pariente, quien mira con escepticismo el fulgor de las estrellas.
Sin poder evitarlo, Bobby se enamorará perdidamente de Vonnie, aunque lo que no sabe es que ella es también la amante secreta de su tío.
Los tres protagonizarán un triángulo amoroso de incierto resultado, con flechazos y rupturas, verdades a medias y desengaños, todo ello aderezado por el romántico contexto del Hollywood de los años 30, los locales de jazz, y también por la presencia de algunos gánsters.
Después de decirle que no podrán llevar adelante lo suyo, Phil recapacita y se separa de su esposa para proponerle matrimonia a Vonnie, mientras Bobby, desilusionado con lo que ha encontrado en Los Ángeles, decide regresar a Nueva York.


Primera película de Allen tras el fallecimiento (a los 100 años) de su coproductor habitual desde La última noche de Boris Grushenko, Jack Rollins.
De gran perfección técnica, la película, como es habitual en el neoyorkino, cuenta con una cuidada y evocadora banda sonora con conocidas partituras jazzisticas y está fotografiada de manera magistral por Vittorio Storaro que opta por darle a la cinta mucho colorido en tonos cálidos, desde la impresionante secuencia inicial, ya nos tiene ganados en ese aspecto. Allen hace gala de su habilidad para hallar localizaciones y nos da unos cuantos planos de su querida Nueva York como en la escena sobre el puente de Central Park con los rascacielos al fondo, de esos que seguro veremos reproducidos en más de una ocasión.


Bastante bien interpretada, una vez más Woody nos demuestra su gran talento para la dirección de actores, sacando lo mejor de ellos en sus interpretaciones, con una encantadora Kristen Stewart, Jesse Eisenberg que nos acerca a esa especie de alter ego del propio Allen y una convincente actuación de Steve Carell.
Una vez más, el realizador echa mano de sus habituales recursos, pero aunque muchos digan que otra vez nos trae lo mismo, a mi no deja de sorprenderme la naturalidad con que todo fluye en este film, de forma que parece sencillo lo que es tremendamente difícil. ¿Que los diálogos sobre lo divino y humano, los gags sobre los judíos o las relaciones sociales son los de siempre?, puede, pero yo sigo encontrando frescura en ellos, me divierto con sus ocurrencias y continúa consiguiendo que una sonrisa se dibuje en mis labios cada vez que su ingenio como guionista se hace patente.


Woody Allen nos trae con este film, un cuento sobre el amor, pero real como la vida misma, en el que la princesa y el príncipe no acaban juntos y no comen perdices al final, y es que, como los personajes se dicen entre sí, "los sueños son sueños", pero el pragmatismo se impone en nuestras vidas en demasiadas ocasiones, el miedo al futuro, a la incertidumbre, nos empujan a optar por lo seguro, ella se va con el pez gordo que ha pescado y él no tiene inconveniente en trabajar en el club de su hermano para solucionar su futuro, a pesar de conocer los turbios negocios en los que se sustenta su vida.
Los sueños son sueños, pero muchas veces, aunque no tengamos la osadía de apostar por ellos, son los que sostienen nuestra vida con el recuerdo de esos instantes en los que fuimos felices.
Una estupenda comedia romántica, con un toque que la hace diferente y en la que Woody nos demuestra, una vez más, que se puede desenvolver en cualquier terreno y hacernos soñar en hora y media.




6 comentarios:

  1. Dices que hay un menda por ahí que vivió hasta los cien años; menudo lujo.

    Abrazo Trecce.

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    1. Sí, Jack Rollins, un tipo con una vida de película. Era hijo de inmigrantes judíos que llegaron a EE.UU. desde Rusia.
      Durante la II Guerra Mundial, sirvió en el ejército noerteamericano como decodificador de comunicaciones en la India. Uno de sus oficiales al mando era el conocido actor Melvyn Douglas. Rollins ayudó a Douglas en el montaje de espectáculos para los combatientes y cuando acabó la Guerra, aprovechó sus contactos para comenzar su carrera en Broadway. Ese fue su comienzo.
      Ahora estaba prácticamente retirado, pero las películas de Woody Allen las seguía produciendo él personalmente. Una naturaleza privilegiada, como dices, todo un lujo.

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  2. De acuerdo que hay temas recurrentes en W. Allen, pero si no surgiesen nos quedaría la duda de si la película realmente es de él.

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