La isla de Hashima, apodada “Gunkanjima” o “barco de guerra” en japonés por la silueta que ofrece al espectador, no dejaría de ser uno más de los más de 500 islotes deshabitados que se encuentran dentro de la prefectura de Nagasaki, al sur del país Nipón, a no ser porque a comienzos del siglo XIX se encontró una gran veta de carbón en sus entrañas.
En aquella época el carbón era un bien preciado y escaso en aquel país y no se escatimaron medios para convertir el pequeño arrecife en un complejo industrial con ciudad incorporada. Durante más de 70 años el trabajo fue incesante. El hormigón hizo que la isla le ganara más de un kilómetro al mar. Un alto muro se construyó alrededor de toda la isla para protegerla de los tifones y de las inclemencias del tiempo y en el interior del perímetro, una enorme ciudad emergió para dar cabida a los casi 6000 trabajadores que llegó a albergar sobre el año 1959. La densidad de población llegó a alcanzar los 3460 habitantes por kilómetro cuadrado.
La explotación minera fue comprada por la compañía Mitsubishi en el año 1890, lo que la convirtió en el mayor proveedor de carbón de Japón a principios del siglo XIX.
Para abastecer la gran demanda del mineral, dentro de la isla se construyó una ciudad de arquitectura gris con 10 plantas unidas entre sí por un laberinto de estrechos pasillos, corredores y escaleras que conectaban los seis pisos de hormigón con pequeños balcones de madera que en su interior alojaban a presos, esclavos coreanos y familias japonesas completas.
Debido a la importancia de este mineral durante las guerras en las que participó Japón, Mitsubishi no escatimó en medios para mantener activa la producción día y noche, así que convirtió al pequeño arrecife en un complejo industrial con ciudad incorporada. Dentro de Hashima se construyeron todo tipo edificaciones: cines, teatros, escuelas, decenas de tiendas, restaurantes, peluquerías, salones de té, gimnasios y templos para las oraciones, todos conectados por escaleras que hacían de su interior una de las ciudades más funcionales, en la que los espacios verdes brillaban por su ausencia.
Así, en 1941, mientras el Japón imperial atacaba Pearl Harbor y entraba en conflicto con Estados Unidos, en la mina de la isla se extraían 400 mil toneladas de carbón al año y se producían los episodios más oscuros del lugar. Alrededor de mil 300 trabajadores murieron en accidentes laborales, otros de enfermedades, cansancio o malnutrición. Algunos más optaban por saltar al mar e intentar llegar en vano a la costa de Japón.
La prosperidad de la isla no duró mucho y a finales de los 60, cuando Japón empezó a utilizar el petróleo como fuente de energía, Mitsubishi detuvo paulatinamente su producción y colocó a algunos de sus trabajadores en otros lugares. Fue en 1974, en el gimnasio de isla, donde se ofició la ceremonia en la que se anunciaba el cierre definitivo de la mina.
Actualmente es una de las ciudades abandonadas más famosas del mundo y sus terrenos son propiedad del gobierno, siendo preciso un permiso especial para poder visitarla.
La foto de cabecera corresponde a una vista actual de la isla y las dos que cierran esta entrada, se remontan a principios de los 70 del pasado siglo, cuando aún estaba habitada.
Joder curiosa historia, la desconocía por completo. Sería bonito poder visitarla.
ResponderEliminarAbrazo Trecce.
Un sitio lleno de vida y ahora es como cementerio.
EliminarMuy interesante, aunque desolador resultado
ResponderEliminarUn poco triste, sí.
EliminarLa palabra es veta de carbon
ResponderEliminarTiene Vd. toda la razón, ya está corregido.
EliminarMil gracias.