MATCH POINT

Supongo que los megafans de Woody Allen saltarían de contento tras el estreno de esta peli. Por fin volvía el genio, por fin la crítica era unánime a favor y por fin se demostraba que no estaba durmiendo una profunda siesta.
Ya con Melinda, su peli anterior, parecía que el ave fénix resurgía, al menos un poco, aunque sólo fuera por que se propuso una apuesta algo arriesgada y salió bastante bien del envite, pero aquí sí que remonta el vuelo y no sólo eso, sino que sorprende a propios y extraños, se muestra irreconocible, se sale de sus propios estereotipos y abandona todos los clichés que se le atribuyen, para dar a luz una obra de la que nos tienen que decir quién es el guionista y realizador para que sepamos atribuirsela al autor de Interiores.
Woody Allen vuelve y lo hace por todo lo alto, por mal que lo haga (que en alguna lo hizo fatal) de aquí en adelante, gana crédito para una buena temporada.

El argumento no es nuevo ni siquiera para el propio Allen, que ya había llevado a la pantalla una historia muy similar en Delitos y faltas, pero muchas veces novedad y originalidad no son sinónimos, aunque parezca un contrasentido, hemos asistido más de una vez a una obra muy original con un argumento de lo más trillado.


Las sorpresas que nos depara Mr. Allen, se encadenan una tras otra y todas a la vez: Abandona su Nueva York para venirse a retratar Londres; apenas algún chistecillo suelto por boca de los polis del final de la película y para acabar de dar una vuelta de tuerca, ni psicoanalistas, ni personajes que tartamudeen. ¡Increíble!



Hay pasajes en los que el argumento resulta poco creíble, un tanto forzado, pero Allen domina la técnica con tal maestría que dudo que haya mucha gente que se dé cuenta fuera de los círculos cinéfilos, el que vea la peli sin ánimo crítico, ni se enterará.
Porque, una vez más, lo que nadie puede negarle es ese oficio, ese savoir faire que se aprecia en cada aspecto del film. Un guión redondo, unos planos maravillosos, con la luz adecuada y algunos encuadres verdaderamente logrados (el director de fotografía fue Remi Adefarasin). Un ritmo adecuado y cuando empieza a decaer, entra en escena la investigación policial que da nuevos bríos al film para empujarlo hasta el final sin que se nos haga largo. Muy bien todo.

A pesar de que para algunos el papel le viene algo grande, a mí me ha gustado la actuación de Jonathan Rhys Meyers (sí, es el de Los Tudor de la tele), que logra transmitir la sensación de inseguridad de su personaje y Penelope Wilton (a la que yo descubrí en Grita libertad), que logra ser el contrapunto perfecto a la protagonista.
De las actuaciones de ambos, me llamó la atención, en la de él, lo bien que refleja la tensión vivida recién acabada la escena culminante de la peli, cuando va en el taxi y sus manos y brazos tiemblan. Y de la Wilton, cómo nos hace llegar ese estado de arrobamiento, de enamoramiento por el que será su marido en las escenas que narran el noviazgo de ambos. Esos detalles me parecieron de una altura interpretativa soberbia.

En fin que Woody logra un trabajo de gran factura, sus guiños cinéfilos que me han recordado pasajes de Hitchcock (Extraños en un tren, basado en la obra de Patricia Highsmith, por ejemplo), o de Bergman.
Muy recomendable, una gran peli.
Y por si no lo han notado, no me ha hecho falta hablar de Scarlett Johansson.