lunes, 30 de diciembre de 2024

INCIDENTE EN OX-BOW

 


Nevada, 1885. Gil Carter (Henry Fonda) llega a una pequeña población del oeste en busca de su antigua novia, una mujer de dudosa reputación. Le acompaña su amigo Art (Harry Morgan). La inesperada noticia del asesinato de un conocido ranchero provoca que, ante la ausencia del sheriff, se forme una patrulla de la que tanto Gil como Art formarán parte. Encuentran a tres hombres en posesión del ganado y están decididos a que se haga justicia en el mismo lugar.


El guion adapta la novela The Ox-Bow Incident, del norteamericano Walter Van Tilburg Clark y rompe un tanto los clichés del western clásico al tratar asuntos que inducen a reflexiones morales, más allá de las típicas aventuras de los relatos de frontera.


Una partida de justicieros con sed venganza y tres hombres que aparecen en el lugar equivocado, en el peor momento. Tienen que demostrar su inocencia, pero nada de lo que digan servirá, la sentencia ya está dictada y el grupo de cobardes que se ampara en la masa informe, ha decidido que son reos de ahorcamiento. 
William A. Wellman dirige este alegato contra el hecho de tomarse la justicia por la propia mano sin atender a las leyes. Con una atmósfera sombría que nos recuerda al cine negro, el haber sido rodada prácticamente en estudio, refuerza la atmósfera claustrofóbica del relato. 
La pandilla de botarates descerebrados, se regodea con la muerte próxima de los tres inocentes en un ejercicio insano de tortura, mientras el realizador nos da una lección de cómo mover la cámara, con un travelling en que nos muestra las caras de los justicieros tras haber cometido su fechoría, con el que prácticamente consigue que el espectador penetre en las mentes atormentadas por las culpa. 
El guion es certero y directo, sin hacer demasiada apología consigue transmitir su claro mensaje y únicamente necesita hora y cuarto para hacerlo. La irreflexiva sed de venganza y la actuación ilegal del grupo, queda en evidencia, así como la intolerancia y los prejuicios, la crueldad y el salvajismo. 
El peligro de sustraerse a la acción de los tribunales, que son los que deben administrar la justicia, es la moraleja contundente de un film que necesita poco para decir mucho.




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