martes, 2 de julio de 2019

LA FUGA DE SHARPE

En septiembre de 1810, justo antes de repeler al ejército francés en las desnudas laderas de la sierra de Bussaco en el centro de Portugal, el Capitán Sharpe se ve obligado a enseñar el oficio de comandar tropas, al teniente Cornelius Slingsby, el arrogante y borrachín cuñado del Coronel Lawford.
Cuando es enviado a desmontar los restos de un puesto abandonado de aquel ingenioso y rudimentario telégrafo con el que se comunicaba el ejército de Sir Arthur Wellesley, Sharpe tiene un encontronazo con Ferragus, el malvado hermano de un traicionero aliado portugués de los británicos, el comandante Ferreira, a quien atrapa con un inmenso cargamento de harina que pretende vender al enemigo, cuando el futuro duque de Wellington había ordenado destruír toda la comida que pudiera caer en manos francesas.
Ferragus, un tipo con un físico imponente y un enemigo muy peligroso, no olvidará aquella afrenta y Sharpe pronto es emboscado por el cobarde portugués, del que apenas consigue escapar con vida.
Sharpe se siente maltratado y humillado por el ejército cuando, a pesar del mal desempeño de Slingsby en Bussaco, Lawford lo pone a cargo de las tropas, y luego tiene el descaro de reprender a Sharpe por su negativa a disculparse por insultar al necio de Cornelius. Cuando los franceses encuentran la manera de flanquearlos, los británicos se retiran a través de Coimbra, donde Sharpe y el sargento Pat Harper, su entrañable compañero de armas, se encuentran atrapados en una trampa. El viejo amigo de Sharpe, el capitán portugués Jorge Vicente, y una joven institutriz inglesa, Sarah Fry, junto a una joven portuguesa, se encuentran apresados en un almacén repleto de víveres y suministros, que Ferragus tiene escondidos para vender a los franceses. Cuando todo parece perdido, conseguirán escapar de una manera tan ingeniosa como peligrosa, debiendo entonces tratar de atravesar las líneas francesas para reunirse con su regimiento, aunque el peligro que suponen Ferragus, su hermano y sus compinches, complicarán el asunto.
Con personajes completamente descarnados y un perspicaz retrato de las miserias y grandezas de la condición humana, Cornwell sigue mejorando. Sus fieles se quedarán con la esperanza de que Sharpe continúe para siempre, tras este relato lleno de suspense, acción y pólvora, además de las referencias históricas que el autor traslada libremente a la novela.



2 comentarios:

  1. Es verdad que Cornwell escribía para sobrevivir y esa no es precisamente la mejo manera de conseguir una obra maestra. Pero aún así, Bernard Cornwell es todo un maestro en las sagas históricas. Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y, al tiempo, son pequeñas lecciones de historia novelada.

      Eliminar