miércoles, 10 de febrero de 2016

EL TAMBOR DE HOJALATA

Mucho antes de que el protagonista, que es quien narra la historia, naciera, su abuela se encontraba en el extremo de un campo de patatas, en la región de Casubia, al norte de Polonia. Un hombre que huye de la justicia, le pide que le ayude a esconderse y ella le cobija bajo las cuatro faldas que lleva puestas. Ese hombre se convertirá en el abuelo de Oskar y vive tiempos más o menos felices hasta que la policía encuentra de nuevo su rastro y él se tira al agua, unos dicen que se ahogó y otros que se fue a América y llegó a ser rico, el caso es que nunca más regresó.
Oskar Matzerath (David Bennent) viene al mundo en Danzig en 1924. Es un niño llamativamente precoz que acoge con un lúcido escepticismo los comentarios de quienes le rodean. El día de su tercer cumpleaños -en un gesto de absoluto rechazo- Oskar pone fin brutalmente a su crecimiento físico. Ese día le regalan, como le habían prometido cuando nació, el primero de los tambores rojiblancos a los que permanecerá fiel hasta la muerte de Alfred (Mario Adorf), quien es oficialmente su padre. Pasan los años y conserva su estatura de niño. Tocando su tambor puntea rítmicamente todos los acontecimientos, grandes y pequeños, que rodean su existencia. Oskar pone el mundo patas arriba y se desprende alegremente de cualquier responsabilidad, sin poder escapar a las terribles cuestiones del sexo y la muerte.


El guión se basa en la que, seguramente, es la novela más conocida del Premio Nobel Günter Grass, "El tambor de hojalata", que forma parte de la trilogía que este autor dedicó a la ciudad de Danzig (hoy Gdansk), el lugar en que nació.


El éxito de la novela de Grass se debió, en parte, a la novedad del lenguaje utilizado, era la primera vez, al menos en una novela de éxito, que se utilizaba la ironía y cierto sentido del humor para relatar los hechos que rodearon el ascenso de los nazis, todo ello sin menoscabo de la crítica a su ideología.
Es una novela, a mi juicio, difícil de llevar a imágenes y el resultado, aunque de cierta brillantez por la buena realización, me ha parecido desigual, con momentos conseguidos y otros en los que baja bastante, creo que no acaba de llegar del todo al espectador, en parte por esa dificultad que ya se aprecia en el propio texto de la novela.


A pesar de ello, tiene escenas de gran calado, con un principio realmente prometedor, para mi recuerdo particular, quedan aquellas en que, a los sones del Danubio Azul, los camisas pardas reunidos en el Campo de Mayo de Danzig, empiezan a mover sus brazos en alto al compás y acaban trocando en vals lo que era una concentración política para reivindicar a la raza aria y denostar a los polacos.
Plagada de simbolismo, es uno de esos films que tienes que ver varias veces para captar lo que está tratando de contarte.
El recurso al niño que se niega a crecer, es una manera que tiene Grass y que acepta el film, para contarnos lo que está ocurriendo desde los ojos de un niño, y es que los recuerdos de Grass de lo que era su ciudad, son los de un crío, porque al final de la guerra, como todos los alemanes, tuvo que marcharse de allí como se ve en las escenas finales de la película, en la que la sombra del drama polaco, la Polonia sometida a través de los siglos a ese "jueguecito" de demolición y reconstrucción, predomina sobre cualquier otro motivo.




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