martes, 20 de noviembre de 2012

VULCANO

En el siglo XIX, la conocida teoría newtoniana de la gravitación universal, era aceptada por todo el mundo. Con una sencilla y (desde el punto de vista matemático) elegante fórmula, Newton había proporcionado una herramienta importantísima para explicar el movimiento de los planetas que demostraba su éxito con cuerpos más pequeños como asteroides y planetas. La teoría parecía perfecta, pero fallaba, entre otros con el planeta Mercurio.
Como a los científicos les resultaba muy difícil renunciar a una teoría que explicaba tan bien el movimiento de los astros, decidieron que el problema de la desviación de la órbita de Mercurio con respecto al Sol se debía a la presencia de otro planeta que no había sido dectectado y que influía en la órbita de Mercurio. Además, el astrónomo francés Le Verrier, había predicho la existencia de un planeta desconocido, basándose en las irregularidades de la órbita de Urano y sus cálculos permitieron localizar el planeta Neptuno. La suma del enorme prestigio de Le Verrier, el éxito del descubrimiento de Neptuno y la absoluta confianza en la ley de Newton motivaron a muchos astrónomos para intentar la muy difícil tarea de encontrar ese cuerpo. Había una auténtica obsesión, incluso de simples aficionados, por hallar el nuevo planeta. Incluso se propuso un nombre, Vulcano, que parecía apropiado dada la cercanía al Sol y la alta temperatura que sufriría. Pero encontrar un objeto tan pequeño y tan cerca del Sol estaba en los límites de lo que podía localizar la tecnología de entonces. Aún así hubo quien lo intento y creyó conseguirlo. Edmond Lescarbault, un astrónomo aficionado, afirmó haberlo encontrado y Le Verrier dio crédito a ese descubrimiento. De hecho, murió con esta creencia.
El problema es que otros astrónomos más prestigiosos y con mejor instrumental no conseguían encontrarlo. Y, por otro lado, seguía sin haber una explicación adecuada a los movimientos de Mercurio. El misterio continuó durante medio siglo más hasta que Einstein formuló su teoría general de la relatividad. Su nueva interpretación de la gravedad implicaba ligeros cambios en la órbita calculada que encajaban exactamente con los movimientos de Mercurio. Para los otros planetas eran cambios demasiado pequeños y no habían sido detectados.
Así quedó la cosa, hasta que llegó Star Trek y recuperó ese planeta que ya había sido olvidado. Pero esa historia es de otra dimensión.



4 comentarios:

  1. Interesante Trecce, aunque esto de la astrología no me ha llamado de nunca la atención, pero hay que reconocer que es fundamental su estudio para saber como se ha formado el Universo y los planetas que lo integran. Yo me he convencido de que la Tierra es redonda desde que padezco de vértigos, jajaja.

    Un abrazo amigo.

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  2. Siempre me ha interesado mucho la Astronomía, no me perdía un capítulo de Cosmos, y también soy de las que gustan de ese tipo de películas.
    Ahora se habla nuevamente de otro planeta que se intuye, no sé si se referirán al de Spock o es otro más...

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