viernes, 20 de julio de 2012

UXELLODUNUM


En octubre del 52 a.C., César contempla cómo Vercingetórix y otros jefes galos, agachan la cabeza y entregan las armas. La gran victoria de Alesia, parece poner fin a los intentos galos de mantener su independencia. Pero Cayo Julio César sabe que son muchos los pueblos donde aún arde la llama de la rebelión. Tiene motivos para no bajar la guardia, a lo largo de toda la Galia se reúnen líderes dispuestos a continuar luchando por su libertad: Correo entre los belovacos, Comio el atrebate, Ambiórix y sus eburones, Lucterio el cadurco, Gutuatro el carnuto, Drapes el senón… Conscientes de la superioridad de las disciplinadas legiones sobre sus hombres no intentarán unir sus fuerzas para conseguir una superioridad numérica que de nada les serviría, su táctica será hacer prender la rebelión en varios lugares al mismo tiempo, imposibilitando de este modo que los romanos pueden enfrentarse a todos los focos.
Las batallas se suceden y tras ir derrotando a los líderes galos, parece que toda la Galia está ocupada y pacificada por los romanos. Pero como en las historias de Uderzo y Goscinny, podíamos decir aquello de: ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía al invasor… Esa aldea es Uxellodunum.
A favor de los 2.000 sitiados juega la inexpugnable posición que ocupan, suficientes vituallas para poder alimentarse durante varios meses dado su escaso número y ser sabedores de que en breve vence el mandato de Julio César como Procónsul.
Cuando César llega al lugar ya se ha completado la circunvalación de la plaza. Un rápido reconocimiento le basta para compartir con sus subordinados la imposibilidad de tomarla al asalto. Los prisioneros han notificado la acumulación de provisiones en la ciudad, información corroborada por la nula disposición de los sitiados a deponer las armas. El Procónsul es un hombre de recursos, si no se puede conquistar Uxellodunum ni por la espada ni por el hambre, dará batalla por el agua. La colina donde se alza la ciudad está casi rodeada por un meandro del río, pero para llegar hasta el mismo sus habitantes deben recorrer un empinado y estrecho sendero; no todo son ventajas cuando se construye en las alturas. Para los romanos no resulta complicado vedar el sendero que conduce al río utilizando destacamentos de arqueros y honderos apoyados por escorpiones, máquinas capaces de enviar dardos a gran distancia con elevada precisión. Pero los galos disponen de otro medio para abastecerse de agua, una fuente surge bajo sus propias murallas. En esta ocasión, dadas las dificultades del terreno, resulta necesario construir una rampa (agger) que acerque a los romanos hasta la fuente, cimentar una terraza donde levantar una empalizada de madera (uallum) de hasta 18 metros según los Comentarios, coronada por una torre de diez pisos, desde los cuales abatir a cualquiera que se arriesgue a bajar a recoger agua.
Al mismo tiempo que se construía el agger, César ordenaba que se realizase una mina en busca de los cursos de agua que alimentaban el manantial, labor que se realizó sin desmayo hasta que se encontraron y desviaron, secando de este modo la fuente. Todo este proceso pasó desapercibido a los ojos de los galos, de modo que cuando estos vieron que el manantial, que durante generaciones había manado bajo sus murallas, dejaba de hacerlo, sólo pueden atribuirlo a que los dioses no contemplan con agrado su resistencia, cesando inmediatamente en la misma.
Julio César contempla al reducido pero belicoso grupo de hombres que durante varias semanas se ha opuesto a sus designios. Quizá en otras circunstancias se hubiese conformado con arrestar a los capitanes, o en esclavizar a la totalidad. Pero tras la victoria de Uxellodunum, César se dio cuenta de que todavía no había terminado la guerra de las Galias, pero que su mandato con imperium proconsular en el territorio galo expiraba dentro de poco, con dificultades de renovarlo por parte de un Senado hostil por su ascenso de prestigio y poder. Así que para tener completamente pacificada la Galia, tenía que tomar una medida extrema que sirviera de escarmiento a las tribus galas rebeldes que se resistían a la paz con Roma. Tomó a unos cuatro mil galos supervivientes de entre los defensores de Uxellodunum y de anteriores encuentros, con el propósito de amputarles una mano, y con la indicación de que  a aquellos prisioneros que les pusieran peor cara, o que les miraran con más odio, se les debía amputar ambos manos. Y el trabajo de amputar las manos, debían hacerlo los propios prisioneros de Uxellodunum que se ofrecieran voluntarios, a cambio de salvar ambas manos (se ofrecieron bastantes). Consistía en cortarles la mano, y luego hundir la muñeca cortada en brea para frenar la hemorragia e impedir que mueran desangrados y lograr que sobrevivan. Luego hizo que a esos cuatro mil mancos se les enviara al exilio repartidos por toda la Galia para que vagabundearan y pidieran limosna por todo el país, y cualquiera que viera a un hombre inutilizado sin manos, pensara en la lección aprendida después del asedio de Uxellodunum, y las consecuencias que termina por traer desafiar al poderío de Roma.


6 comentarios:

  1. Ya en aquel momento, mucha gente, incluso del entorno de César, se mostró horrorizada por la medida tomada con los vencidos de Uxellodunum.

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  2. Te felicito por estas entradas para exponer actuaciones históricas que dieron origen a nuestra cultura. Es una pena que hoy día se olvide olímpicamente la cultura de la antigua Roma y de Grecia. No es de extrañar el preocupante informe de Pisa

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    1. Eso de la Historia se lleva poco, José Luis, ahora, entre muchos jóvenes, todo es telefonía móvil y demás, pero no precisamente para servirse de sus ventajas.

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  3. De entonces debe venir aquello de "Al enemigo ni agua, písalo, písalo" de Bilardo.

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    1. La verdad es que parecen barbáridades de otros tiempos, pero para vergüenza de la humanidad, ahí está la guerra de Ruanda, con mutilaciones de manos a mansalva.
      Si es que no tenemos remedio.

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