Rachel Kushner nos traslada a la Cuba de los cincuenta, cuando el Movimiento 26 de Julio, liderado por los hermanos Castro, lucha contra el régimen de Fulgencio Batista al que pretende derrocar.
La novela se extiende, más o menos, desde la llegada de Batista al poder, tras el golpe de estado que depuso al presidente electo Carlos Prío, hasta la entrada en Santiago de Fidel Castro el 1 de enero de 1959.
Pero los acontecimientos políticos son tratados de forma tangencial en la novela, están presentes, claro, porque la vida en la isla giraba alrededor de ellos en aquellos años, pero lo que de verdad constituye el eje del relato es el devenir diario de sus gentes, especialmente de los norteamericanos que vivían allí y de los trabajadores y directivos de la United Fruit que explotaba la caña de azúcar cubana y de forma complementario otros productos tropicales de la isla.
Los directivos y empleados de alto nivel de esta empresa, junto a los que dirigían la mina de níquel de Nícaro, formaban un colectivo peculiar en el conjunto de la sociedad cubana, sobre todo en la provincia de Oriente, una especie de sociedad dentro de otra o al margen de ella por mejor decir. Con sus propios colegios, sus economatos, sus clubes sociales en los que tenían vetada la entrada los cubanos, mantenían con la isla una relación de amor y distancia al mismo tiempo. No se sentían cubanos, pero eran conscientes de que allí estaban ganando sueldos impensables en su país de origen. ¿Quién de ellos podía permitirse en sus casas del Medio Oeste, tener siete criados?
Este ambiente, la relaciones entre señores y sirvientes o con los macheteros, sobre todo haitianos que trabajaban en la temporada de recolección de la caña, constituyen el eje de la novela, por la que desfilan una serie de personajes que representan a los diferentes actores de aquella función en que la opulencia de algunos, convivía con la miseria de otros. Allí vemos también desfilar a personajes históricos, desde los lideres políticos o revolucionarios, hasta Hemingway, mezclados con otros ficticios, hasta completar ese mosaico en el que no faltan los que pretenden pescar en el río revuelto, traficantes de armas y suministros que juegan a dos barajas, que cuentan con experiencias anteriores en la República Dominicana, en Haití o en las repúblicas africanas.
Todo ello, la forma de vivir el conflicto, las implicaciones que tuvo para aquellos americanos pudientes que alguno de sus hijos más jóvenes se fuera con los barbudos de Sierra Maestra y su vergonzante salida de la isla con una mano detrás y otra delante, evacuados por un barco de la armada estadounidense que los trasladaría a la base de Guantánamo, es lo que dibuja con maestría y de forma amena la escritora norteamericana después de haberse documentado ampliamente tras los tres largos viajes que hizo a la isla antillana durante los seis años que le llevó escribir el libro.
Desde luego, uno no sabe qué es peor: si la situación que se vivía antes de la llegada del castrismo o lo que vino después. Probablemente ninguna de las dos.
ResponderEliminarDe aquellos polvos, vienen estos lodos.
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