lunes, 2 de marzo de 2020

SHARA


En un caluroso día de verano, durante la celebración del festival anual de Jizo, dos hermanos gemelos corren por las calles de su barrio, en el casco antiguo de Nara, que parecen conocer a la perfección. Al llegar a una esquina, uno de los niños tuerce por ella, pero cuando llega el otro, Shun (Kohei Fukungaga), no ve a su hermano, ha desaparecido como si se hubiera desvanecido.


En lugar de optar por sumergirnos en un thriller sobre la desaparición misteriosa e inexplicable de un niño, la película de la japonesa Naomi Kawase hace avanzar el relato unos cuantos años y nos encontramos a un Shun ya adolescente y a sus padres, a los que hasta ahora no conocíamos.
Plagado de planos secuencia, el film trata de acercarnos a las personas y a una ausencia que han tratado de superar pero que sigue presente. Ellos intentan superarla con sus actividades diarias, pero retorna de forma constante, es como un espíritu que siguiera en la casa acompañándoles. Al final se cierra el círculo, las imágenes que se nos ofrecen son las mismas que las del principio, los mismos lugares y el mismo silencio, un niño se fue y otro ha llegado, hemos asistido al parto de la madre (interpretada por la propia realizadora que estaba embarazada) rodeada de los suyos y de nosotros mismos, como si el espectador fuera uno más de la corte que rodea a la parturienta. Una ausencia y una nueva presencia, pero la cara de sorpresa y desorientación de Shun, es casi la misma ante ambos acontecimientos que, sin duda, marcarán su vida.


No es una película fácil de ver, tiene un ritmo muy lento y algunas escenas con poca actividad, requieren un poco de paciencia por nuestra parte para dejarnos llevar por su belleza, en especial escenas como la del parto, el festival callejero, la confesión de la madre a la chica de que es adoptada, alcanzan gran nivel, tanto estético como de profundidad reflexiva; otras, no tanto y quizá para muchos, difíciles de entender, habrá quien se pregunte ¿qué pinta el largo deambular de Shun en bicicleta por las calles llevando a Yu detrás?, y otras secuencias parecidas. Esta es la manera de Kawase de acercarnos a los personajes de su historia, pero entiendo que no guste a todo el mundo, creo que es un film para ver sin prisas y quizá de este modo consiga uno empaparse de su hermosura y tranquila espiritualidad.




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