lunes, 24 de septiembre de 2018

EL JOVEN LINCOLN

1832. El joven Abraham Lincoln (Henry Fonda) tiene 23 años y trabaja en una pequeña tienda de New Salem, un pueblo tranquilo de Illinois. Empieza a devorar libros y a estudiar Derecho de forma autodidacta. Poco a poco se da cuenta de que su talento de comunicador y su elocuencia le permitirán seguir en esta vía. Pero una desgracia, un acontecimiento trágico, la mujer a la que ama muere durante el invierno, empujan a Lincoln que decide trasladarse a Springfield para trabajar como asociado en un gabinete de abogados: empieza entonces su ascensión hacia las cimas del Estado. Allí evitará un linchamiento y tratará de defender a dos hermanos de una acusación de asesinato.
El antiguo leñador de Kentucky es ya un abogado que empieza a destacar por su defensa de los derechos de los más humildes.
La película comienza con un poema de Rosemary Benét, que fantasea sobre un hipotético regreso a la vida de Nancy Hanks, la madre que Abraham perdió a los nueve años. La breve pieza lírica encadena preguntas sobre el pequeño Abe: «¿Creció mucho? ¿Se divirtió? ¿Aprendió a leer? ¿Viajó a la ciudad? ¿Progresó en la vida?» Hay un eco trágico en esas interrogaciones, que expresan la perspectiva de una mujer sencilla, incapaz de predecir el brillante porvenir de su hijo. Autodidacta, escéptico en materia religiosa, y con escasas –pero notables− lecturas (Shakespeare, Emerson, la Biblia), el joven Lincoln destacó enseguida por su elocuencia y su sentido del humor.


La mayor parte del metraje se centra en la historia del juicio de los dos hermanos y se basa en una mezcla de dos procesos, el verdadero, acontecido en 1857, en el que Lincoln utilizó El almanaque del viejo granjero, para resolver un juicio contra un tal Armstrong, que el guionista, Lamar Trotti, combina con otro juicio del que informó siendo un joven reportero, en el que la madre de dos jóvenes, único testigo del asesinato, se negó a decir cuál de los dos era el ejecutor y colgaron a los dos.
Estupenda la actuación de Fonda, igual que la del resto del elenco, entre ellos Alice Brady, ya entonces muy enferma (el de madre de los hermanos Clay, fue su último papel) y cuya comparecencia como testigo en el juicio, sometida a las preguntas del fiscal, es uno de esos momentos cinematográficos plagados de matices, una actuación de gran profundidad.


Ford se limita a fabular sobre la juventud del protagonista, humanizando a una figura de una gran carga mítica. Dicen que Henry Fonda no quería interpretar el papel por el respeto que le merecía la figura de Lincoln, pero Ford le convenció con su habitual rudeza: «¿Qué coño significa toda esa mierda de que no quieres hacer el papel? Crees que vas a interpretar al gran emancipador, ¿verdad? ¡Se trata sólo de un jodido abogado de Springfield, maldita sea!»
Esa cercanía se refleja en la película, que subraya la talla del mito, pero sin grandilocuencia. El retrato de Lincoln que emerge está cuidadosa y sutilmente construido a partir de una serie de metáforas sobre lo esencial de su papel en la historia de América. No se menciona su papel en la emancipación de los esclavos, de hecho, los negros únicamente son mencionados cuando explica que debido a la llegada de esclavos a Kentucky, los trabajadores blancos tenían que emigrar a otros lugares porque no podían competir con una mano de obra tan barata.
De todos modos, hay que situarse en la época, hablar de los negros en el cine norteamericano del momento, solo se hacía presentándolos como criados, de hecho, en los cines de los estados del sur, en muchas películas en las que aparecían escenas con negros, si tenían algún papel que tuviera la más mínima relevancia, directamente las cortaban antes de la proyección.


Son muchas las películas que el cine norteamericano a dedicado a la figura de uno de sus héroes, el gran hombre de la nación, pero Ford supo hacer algo diferente, pintándonos a un hombre cercano y hablando únicamente de los años previos a que su figura emergiera de entre la multitud como alguien tocado por el destino. Esa cercanía se remarca con las escenas en que le vemos como un torpe bailarín, participando en el juego de la soga o demostrando su habilidad para partir troncos. Sin embargo ya expresa su admiración por él y nos presenta a un hombre sencillo, jovial y, sobre todo, justo: "Puede que no sepa mucho de la ley", dice, "pero sé lo que está bien y lo que está mal". Por medio de la narración, ya se intuye el destino que le espera como gran hombre y la película le convierte en otro de esos héroes de Ford, atormentado por el convencimiento de estar llamado a cumplir un deber que escapa a sus deseos y que, en cierto modo, le cuesta su propia libertad como individuo.




10 comentarios:

  1. La recuerdo y gran interpretación de Fonda, pues menos mal que Ford lo convenció, porque creo que con este papel subió muchos enteros en su carrera. Hay que joderse el país de las libertades como ha tratado a los negros.

    Salud Trecce.

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  2. Dificil personaje para llevarlo al cine sin crear fobias, habida cuenta que representa a las dos américas que lucharon en una guerra CIVIL.
    Es como hacer una objetiva y grandiosa peli sobre NAPOLEÓN y yo ví una que era fenomenal allá por los años 1950 o 1960. Creo que era de Sacha Guitry.

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    1. Por eso, creo que uno de los aciertos de la película es pararse justo cuando va a comenzar su carrera política.

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  3. Primera colaboración Fonda-Ford, que luego seguiría con varias películas memorables, hasta Fort Apache donde se da el relevo con Wayne (en la ficción, pero también en la realidad). Aún harían alguna película más, pero la relación terminaría como el rosario de la aurora en Escala en Hawaii.

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  4. Que tal Trecce!
    Hace mucho tiempo que la he visto y casi la tenia olvidada, otra idea para ver este finde, gracias. Estupenda entrada.
    Saludos!

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  5. Me gustarìa verla pues acabo de escribir una historia acerca del ùltimo juicio de Lincoln antes de dedicarse de lleno a la polìtica.

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    1. Ya explico en la entrada, que la película hace un poco de ficción con lo que fue el juicio en realidad.

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