martes, 25 de octubre de 2016

UN EJÉRCITO AL AMANECER

En julio de 1942, ingleses y norteamericanos (Churchill y Roosevelt), tomaron la decisión de posponer la invasión del continente europeo por el peligro de sufrir un serio descalabro en el llamado muro atlántico, fuertemente protegido por los alemanes. Sin embargo había que hacer algo, los soviéticos presionaban para que se abriera otro frente en el sur de Europa a fin de aliviar la presión alemana en el frente oriental.
La opción alternativa era golpear lo que Churchill llamó el vientre blando del Eje: Italia. Pero para ello el plan era la invasión de los territorios franceses del norte de África afectos al régimen de Vichy (Marruecos, Argelia y Túnez), esa campaña, conocida en los libros de historia como la Campaña del Norte de África, y en las publicaciones especializadas como Operación Torch (Operación Antorcha), tenía como objetivo último el avance y dominio de Túnez, lo que permitiría comenzar la siguiente fase con la toma de Sicilia y el salto al continente a través de Italia. Al amanecer del 8 de noviembre de 1942, 600 buques desembarcaron a 70.000 soldados anglo-estadounidenses simultáneamente en Safí, Casablanca, Orán y Argel, dando inicio a la invasión.
Algunos de los antecedentes, el desembarco y el posterior avance hacia Túnez, es lo que Rick Atkinson nos cuenta en su libro. Sin embargo estamos hablando de un texto que cobra relevancia por las diferencias con otros entre los miles de libros que se han escrito sobre esta u otras campañas de la II Guerra.
En "Un ejército al amanecer", su autor desgrana el día a día de la guerra, no se limita a contarnos derrotas y victorias; éxitos y fracasos, sino que va mucho más allá. En efecto acciones heroicas las hubo y de ellas se habla, como de las situaciones comprometidas, de los errores estratégicos, de las tremendas meteduras de pata por parte de ambos contendientes, pero también de lo que hacían los soldados, esos de los que nunca se habla en las publicaciones divulgativas, de su vida diaria, sus penas, anhelos, miedos y frustraciones y, por supuesto, de su heroísmo, pero como una parte de un todo que normalmente se deja de lado al llevar al gran público la noticia de aquellos días trascendentales.
Al final todos sabemos cómo acabó aquello, con la conquista de un continente para la causa aliada y el aniquilamiento del Afrika Korps, pero antes de llegar a ese final, estuvo la pésima planificación, sin que los aliados estuvieran seguros de no sufrir un ataque desde la neutral España que dejaría copadas a todas las tropas desembarcadas en Argelia y, lo más importante, sin tener la mínima certeza de qué iban a hacer las tropas coloniales francesas, si sublevarse y optar por la causa aliada, o mantenerse leales a Vichy, como hicieron mayoritariamente, lo que ocasionó que los primeros combates, con miles de muertos y heridos, fueran entre anglonorteamericanos y franceses y que el avance hacia Túnez se viera ralentizado durante semanas, dando tiempo a Rommel a recorrer más de mil kilómetros hasta llegar a Tunicia y tomar la iniciativa en los primero enfrentamientos con las tropas enemigas.
Atkinson detalla cada avance y cada retroceso contándonos cómo se veía desde todos los puntos de vista, los soldados que tras largas jornadas de caminata y tiroteos se veían desabastecidos de algunas cosas básicas y que hicieron exclamar a uno de ellos: Tengo las suelas tan desgastadas que cuando piso un chicle, puedo adivinar su sabor; los fallos en el abastecimiento que daban pie a situaciones surrealistas, como la de aquellos regimientos que tenían aceite para el pelo para cubrir todo el continente, pero esperaban con ansiedad que les llegaran cubiertos, hasta el punto que era menos problemático perder el fusil que la cuchara; la animadversión entre británicos y norteamericanos; las disputas entre generales que iban desde discrepancias más o menos legítimas en la planificación del avance, hasta verdaderas peleas en que más parecían rameras defendiendo su esquina.
Todo eso y mucho más es lo que nos acerca este libro denso, pero con ritmo trepidante, al final del cual tendremos una idea muy cercana de lo que supuso aquel infierno que, junto a la batalla de Stalingrado, supuso el inicio del fin de Hitler y la evidencia de que la nueva potencia mundial era EE.UU. por más que los británicos pretendieran que ellos eran mejores combatientes.
Cuando concluímos la lectura, muchas cosas nos quedan claras, entre ellas, el sufrimiento de quienes allí estuvieron, población civil incluída y que la operación salió adelante gracias al empuje que les dio a los aliados la superioridad de hombre y medios y, por contra, la falta de reemplazos y suministros que acabaron empujando hacia el mar a las tropas del Eje.



6 comentarios:

  1. Y menos mal que lo consiguieron si no aquel loco se adueña del mundo. Ya ves la simpatía que han tenido siempre los ingleses y americanos respecto a los rusos, y viceversa por supuesto. Y Churchill dijo " Hay que aliarse hasta con el mismo diablo para ganar la guerra".

    Abrazo Trecce.

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  2. Fíjate que esa operación es de las menos conocidas, al menos a su inicio. Me llamó la atención la incertidumbre por el papel que jugaría España, a Dios gracias, Hitler, que fue personalmente a convencer a Franco para que entrara a la guerra, no lo pudo lograr, solo le sacó la promesa de enviarle la famosa División Azul que combatió en el frente oriental

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    1. El recelo, más que de España como país, era que se le permitiera a Hitler atravesar la Península con sus tropas y atacar la retaguardia aliada. Hasta tal punto tenían recelo, que casi acabada la campaña del Norte de África, aún había generales aliados que seguían manteniendo sus temores a esta acción a través de España.

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  3. Rick Atkinson es escribe como nadie las peripecias de aquellos soldados que tenían que vérselas con las tropas del Zorro del Desierto, el famoso Rommel que causó tantos problemas a los aliados que luchaban en África. Afortunadamente, les solucionó los problemas el propio Hitler al acabar con el mariscal de campo mejor dotado del ejército alemán. Saludos

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    1. Además de eso, Alemania comenzó a dar los primeros síntomas de agotamiento, por un lado la rendición Von Paulus en Stalingrado (por la cabezonería de Hitler de que resistiera, de lo contrario, el VI Ejército se habría salvado) y por la falta de suministros y reemplazos para enviar al Norte de África.
      La superioridad numérica y productiva de EE.UU., comenzaba a imponerse.

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