lunes, 31 de marzo de 2014

BLOODY SUNDAY

En agosto de 1971, el gobierno británico puso en vigor en Irlanda del Norte la ley conocida como "internment", por la que era posible detener a personas sospechosas de haber actuado, estar actuando o que pudieran actuar en alguna forma que fuera perjudicial para la preservación de la paz y el orden público. Vamos, que se podía detener a cualquiera (¡ya me dirán!). El 9 de agosto 342 personas fueron arrestadas sin cargo alguno, muchas de ellas en base a la simplista creencia del ejército de que toda persona que viviera en un barrio católico, estaba asociado a actos de terrorismo.
El 30 de enero de 1972, el diputado del Parlamento de Irlanda del Norte, Ivan Averill Cooper (James Nesbitt), junto a otros destacados activistas de la lucha por los derechos civiles, convocó a la población, por encima de credos religiosos, a manifestarse contra el "internment". Más de 15.000 personas de todas las edades y condiciones, participaron, de forma pacífica, en la marcha, que había sido prohibida por las autoridades. El hecho de que un pequeño grupo de descontrolados, abandonando el trayecto de la marcha, se parapetara tras una barricada y se dedicara a tirar piedras a las fuerzas del orden, fue suficiente disculpa para que el Primer Batallón de Paracaidistas del Reino Unido, de servicio en Derry, abriera fuego indiscriminadamente. 13 civiles desarmados (se convirtieron en 14, meses más tarde), murieron como consecuencia de los disparos y más de 30 resultaron heridos.



La historia de Irlanda está llena de domingos sangrientos, desde el ocurrido en Dublín el 31 de agosto de 1913 durante el Dublin Lockout, en el que los trabajadores luchaban por el derecho de sindicación; pasando por la masacre de Croke Park en 1920, cuando el ejército británico disparó contra la gente en un partido de fútbol durante la guerra de la independencia; hasta este bloody sunday del que se ocupa la película de la que hablamos hoy.


Rodada cámara en mano, toda ella, y sin iluminación añadida, el director, Paul Greengrass, consigue con estos recursos técnicos (mejor, con la ausencia de ellos), con la magnífica puesta en escena y con la actuación, sobre todo de James Nesbitt, no sólo darle al film ese aire documental que tiene, sino transmitir una absoluta credibilidad al espectador y hacernos pensar, durante su visionado, que somos participes de aquel sinsentido que se produjo en Londonderry un trágico domingo de enero del 72.


Alternando muy bien las escenas que nos describen lo que ocurre en lo que podíamos llamar los tres puntos calientes del suceso: El centro de mando policial; la organización de la manifestación; y el lugar donde están concentrados los paracaidistas; vamos teniendo una idea bastante aproximada y fiel a los hechos reales, de lo que que ocurrió allí, el porqué y el cómo de todo aquello. Las razones de cada uno quedan expuestas, la insistencia de los organizadores en que todo se desarrolle de forma pacífica; la exaltación del grupo de jóvenes que desea enfrentarse al ejército; el nerviosismo de los paracaidistas, impacientes por entrar en acción y vengar a los soldados que han dado su vida en aquella guerra no declarada; la impotencia del centro de coordinación policial para sustraerse al deseo del general Ford (Tim Pigott-Smith), máximo responsable del ejército en Irlanda del Norte, de dar un escarmiento contundente; la actitud interesada del I.R.A. para sacar partido de todo aquello...


El espectador es el que sí acaba tomando partido, sintiendo la decepción de Nesbitt, el hombre que pretendía emular a Gandhi y a Luther King y que llora por el desastre ocasionado y por la irresponsabilidad del ejército que, como dijo el propio Nesbitt a la prensa, aquel día entregó al I.R.A. su mayor victoria, cientos de jóvenes se alistaron dispuestos a vengar a sus compatriotas muertos.
Cuando suena el “Sunday Bloody Sunday” de U2, sobre los créditos finales, uno queda un poco hundido en el asiento, reflexionando sobre esta manía aborrecible que tenemos los humanos de acudir a la violencia irracional para solucionar ciertos problemas.
A mi memoria regresaron épocas casi olvidadas, cuando era casi un niño, y lugares y personas hasta entonces desconocidos, como Londonderry o la diputada Bernadette Devlin (Mary Moulds), se colaron en nuestras casas a través de la televisión y, por desgracia, nos acompañaron durante mucho tiempo.




4 comentarios:

  1. No le he visto, pero da gusto leer estas entradas por la amplia información histórica que nos ofreces.

    Saludos Trecce.

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    1. Allí se vertió mucha sangre, la verdad es que fue un conflicto con paralelismos a lo que se vivió aquí con ETA.

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  2. Una película muy recomendable que narra un conflicto muy importante de la historia reciente del Reino Unido. La verdad es que merece la pena. El broche final con la canción (temazo) de U2 es inigualable.

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