martes, 15 de octubre de 2013

LAS MINAS DEL REY SALOMÓN

El autor, Henry Rider Haggard, un inglés de Norfolk, creció en el seno de una familia acomodada y numerosa, por influencia de su padre, viajó como funcionario, cuando Sir Henry Bulwer (por cierto, sobrino de Edward Bulwer-Lytton, autor de la famosa novela "Los últimos días de Pompeya) fue nombrado gobernador de la provincia de Natal, en la actual República Sudafricana, así que, a diferencia de algunos otros autores de libros llamados de aventuras, conocía el terreno del que hablaba en sus novelas.
Tuvo ocasión de recorrer ampliamente el país para tratar con los reyes nativos, aún independientes. Este conocimiento directo, que incluye desde costumbres de las diversas tribus africanas (especialmente los zulúes) hasta la práctica de la caza mayor, da un sabor especial, sin duda, a sus descripciones novelísticas, donde la imaginación está siempre apoyada en detalles reales.
Tras cuatro años de estancia en África, regresa a Inglaterra, quedando distanciado de su padre, que había recibido con disgusto su abandono de la misión diplomática en El Cabo para dedicarse a negocios más o menos fantásticos e improductivos. En ellos está el origen de su personaje el cazador Allan Quatermain que, como él, no tenía la intuición necesaria para enriquecerse con el comercio como otros traficantes europeos.
Haggard, sin olvidar a los mayores, pensó desde el principio que Las minas del Rey Salomón era un libro para jóvenes, pero que podía leerse a cualquier edad sin salir defraudado. Su propia dedicatoria era suficientemente expresiva: "Este relato, fiel y sin exageraciones, de una aventura notable, es respetuosamente dedicado por el narrador Allan Quatermain a todos los que lo lean, grandes y chicos".
En Las minas del Rey Salomón, como en las demás obras de Rider Haggard, late un atractivo poderoso: la odisea humana a través del peligro y la aventura incesante. No es casual que el autor haya elegido África como escenario de la mayoría de sus novelas más felices: al hecho mismo de su conocimiento directo e imborrable del país, que hacía más auténticas sus descripciones de hechos, personas y costumbres, añadía la fascinación propia del gran continente misterioso. Y en la época de Haggard, África aún tenía casi intactos el misterio y el exotismo que aún hacen soñar a sus lectores. Aunque a veces se mantenga el tufillo racista ("...Todos admiramos la sagacidad del zulú, quien, pese a su condición de nativo, demostraba poseer gran inteligencia"), sus personajes indígenas suelen dar a sus amigos blancos lecciones de valor, sabiduría natural y ética. A la nostalgia del civilizado hombre europeo por la libertad salvaje ("la civilización es solo salvajismo con una capa de plata para despistar", escribe en Allan Quatermain) se une la fascinación por las civilizaciones ya desaparecidas, cuya búsqueda o descubrimiento es una constante en sus mejores novelas. Esto se encuentra en Las minas del Rey Salomón, con las huellas de una antigua cultura y sus tesoros de piedras preciosas.
En la novela, se aprecian todos los componentes de la ideal novela de aventuras; una búsqueda de lo desconocido, para lo cual se prepara un gran viaje; múltiples peligros y por fin, inevitablemente, una lucha con la muerte, que es a la vez concreta y una alegoría última del misterio de la existencia.
Las minas del Rey Salomón es una obra maestra del género, porque equilibra sabiamente el humor y el drama, el misterio de lo desconocido y la experiencia física del peligro, el riesgo de las tierras selváticas y las asechanzas de una naturaleza grandiosa.



6 comentarios:

  1. He aprovechado este verano para releerla y nunca defrauda, he disfrutado tanto o más que en mis tiempos mozos.

    Saludos.

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    1. Me ha ocurrido algo parecido, ni sé cuánto tiempo había pasado desde que la lei y ha sido como saborearla de nuevo.

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  2. Es mi favorita del género de aventuras. Me atrevo a ponerla por encima de "La isla del tesoro", por lo menos en mi imaginario personal.

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    1. Es que lo tiene todo, bien escrita, mezcla de aventura e intriga... en fin, muy lograda.

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  3. Vi la película y no me gustó, lo cual me ha hecho rehusar su lectura. Creo que le voy a dar una segunda oportunidad.

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    1. El libro resulta más interesante que la peli, desde mi punto de vista.

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