martes, 16 de marzo de 2010

SUEÑO

Ella sólo pasaba por allí cuando se vio envuelta en el tumulto. Volvía de cenar con sus amigas e iba a recoger su coche para regresar a casa.
Una mano tiró de ella y la sacó del barullo. La invitó a tomar algo para que se tranquilizara, se sentaron en una mesa y pidieron un par de bebidas al camarero. Empezó a observarle, sus manos casi envueltas en los puños inmaculados de la camisa que asomaban bajo la impecable americana y su voz cálida y sosegada que transmitía confianza. Debería estar nerviosa, no le conocía de nada, pero no lo estaba.
Bailaron, él seguía hablando de cosas intrascendentes y ella se dejaba llevar, se sentía un poco ridícula con aquella ropa de sport, se imaginaba con un vestido de amplia falda por la rodilla, estilo años 60, como a ella le gustaban. Estaba deseando que la besase, pero volvieron a su mesa.
¿Estás casada?, así de improviso. Ella afirmó con la cabeza.
Te acompaño a casa.
Pero antes, cogió una servilleta y anotó un número de teléfono.
Toma.
Subieron juntos, ella abrió la puerta y se dio la vuelta, sus manos se rozaron por toda despedida.
Entró en casa y cuando aún no había recorrido tres pasos, sonó el timbre. ¡Maldita sea! Su marido lo iba a oír y se despertaría, intentó correr hacia la puerta, alargó la mano y pulsó el botón para apagar el despertador.
Sentada en la cama, miró la hora: Las 7, muy temprano para ser domingo.
Recogió las llaves que estaban en la mesilla y fue a la cocina a tomarse un vaso de agua.
Su marido apareció en el umbral. ¿Te ocurre algo?
Nada, sólo un sueño.
Anda, vamos a dormir otro rato, aún es temprano y estarás cansada de trasnochar.
Cogió las llaves y abrió el bolso para guardarlas, allí estaba la servilleta con el número de teléfono. Cerró la cremallera apresuradamente y volvió al dormitorio. Él ya estaba en la cama. Sobre una silla, la camisa con sus inmaculados puños y la americana impecable, como siempre.





No hay comentarios:

Publicar un comentario