BELLE DE JOUR

 

Séverine (Catherine Deneuve) es una hermosa joven casada con un médico. Ama profundamente a su esposo, pero no logra tener intimidad física con él. En cambio, se entrega a vívidas, pervertidas y eróticas fantasías para satisfacer sus deseos sexuales. Con el tiempo, se convierte en prostituta, trabajando en un burdel por las tardes, mientras se mantiene casta en su matrimonio.

El guion, del propio Luis Buñuel y su colaborador Jean-Claude Carrière, adapta la novela del mismo nombre del académico francés Joseph Kessel, publicada en 1928.

Una película muy freudiana, si se me permite la expresión. La protagonista, por un problema de abusos sexuales en la infancia que se intuye en la narración, no es capaz de mantener relaciones íntimas con su esposo. Su actitud y las consecuencias de la decisión de acudir al burdel a trabajar, dan lugar a variadas interpretaciones, algunas más evidentes, como la crítica sobre la idea del matrimonio convencional y otras menos claras que, en parte, Buñuel deja a criterio del espectador, mediante secuencias que alternan tiempo real y pasajes oníricos. 

Vestida de Yves Saint-Laurent, Catherine Deneuve interpreta a una protagonista que, con su sofisticada elegancia, esa belleza gélida y los artísticos y tensos peinados de su rubia cabellera, nos trae a la memoria a Tippi Hedren o Grace Kelly, entre otras, así que no me extraña que otro reconocido fetichista como lo fue Alfred Hitchcock, sintiera cierta fascinación por este film.