martes, 23 de octubre de 2018

LA PESTE DE ATENAS

La Plaga de Atenas fue una epidemia devastadora que afectó principalmente a la ciudad-estado de Atenas en el verano del año 430 a. C. Se cree que debió llegar a Atenas a través de El Pireo, el puerto de la ciudad y única fuente de suministros.
En el año 431 a. C. comenzaron las guerras del Peloponeso entre las dos ciudades-estado más fuertes: Atenas y Esparta. Mientras que Esparta tenía una infantería terrestre imbatible, Atenas había desarrollado un poder marítimo que le permitía contar con una flota muy poderosa —aunque un ejército débil— y murallas prácticamente inexpugnables. En este sentido, Atenas no podía ser atacada por tierra ni tendría que someterse a nadie por falta de alimento. Sin embargo, su política defensiva de protegerse dentro de sus muros resultó poco favorable, pues en el 430 a.C. una plaga asoló la ciudad, que se hallaba superpoblada.
Bajo el mando de Pericles, los atenienses se retiraron tras las murallas de Atenas, esperando mantener a Esparta controlada mientras que su marina, superior, arrasaba los transportes de tropas espartanos y cortaba las líneas de suministro. Desafortunadamente, la estrategia también llevó a que mucha gente del campo entrase en la ya sobrepoblada ciudad de Atenas. A su vez, gente que vivía fuera de las murallas se desplazó asimismo hacia el área central, convirtiendo a Atenas en el lugar perfecto para el contagio masivo de la enfermedad.
Tenemos un testimonio de primera mano a través de los escritos de un historiador contemporáneo, que también padeció la enfermedad, como indica en su crónica, se trata de Tucídides que dedica íntegramente los cápitulos XLVII a LIV de su Historia de la Guerra del Peloponeso, a describir la enfermedad, sus síntomas y sus consecuencias. Al parece comenzó en Etiopía, atravesó Egipto y Libia y llegó luego al mundo griego. La epidemia brotó en la ciudad abarrotada, y Atenas perdió posiblemente un tercio de las personas que se cobijaban tras sus muros.
En su crónica, Tucidides nos da algunos detalles típicos del buen observador, cosas que parecen nimiedades, pero que a la larga, han supuesto, en este o en otros casos, el acicate para que otros investigaran sobre las enfermedades y los métodos para curarlas que siempre empiezan por ahí, por la observación.
Señala el autor griego que "Los médicos no la conocían... Hicieron plegarias en los templos, consultaron oráculos y recurrieron a prácticas semejantes, pero todo fue inútil y acabaron por renunciar, vencidos por el daño"
Tras señalar los síntomas que, en ocasiones, variaban de una persona a otra, dice que  el cuerpo escocía tanto que "...los enfermos no podía soportar el contacto de los vestidos y sábanas más ligeras, ni estar de otro modo sino desnudos, y con gran anhelo se hubiesen sumergido en agua fría. Y así lo hicieron tirándose en los pozos, muchos que no estaban vigilados, acometidos por una sed inextinguible: pero era igual beber mucho que poco".
Hay otro detalle que le llama la atención sobre la naturaleza diferente a otros males de esta enfermedad: "Los pájaros y cuadrúpedos que se alimentan de carne humana, entonces cuando había muchos cuerpos sin enterrar, o no se acercaban, o si los probaban, morían. Y la prueba, la desaparición de estas aves de rapiña fue manifiesta, y no se les veía junto a los cadáveres, ni en ninguna parte. Los perros, que conviven más con el hombre, permitían mejor la observación de los efectos".
Sobre el caos que supuso que los atenienses que vivían en el campo, se vinieran a la ciudad, dice: "...como no había casas para ellos y vivían, en pleno verano, en barracas hacinadas, la mortandad se producía en medio de la confusión; mientras iban muriendo quedaban, ya cadáveres, unos sobre otros, y se arrastraban medio muertos por las calles y junto a todas las fuentes por anhelo de agua".
Por último, una consecuencia tangencial de la epidemia, fue que "La gente buscaba con especial osadía, placeres de que antes se ocultaba, porque veían tan bruscos los cambios en los ricos, que morían súbitamente, y de los que antes no tenían nada y de repente adquirían los bienes de los muertos. Y así, considerando igualmente efímeras la vida y la riqueza, creían que se habían de aprovechar rápidamente y con afán. Nadie tenía ánimo para perseverar en un noble propósito por la incertidumbre de si moría antes de poder alcanzarlo. El placer inmediato y todos los medios que a él conducen, se constituyó en lo bello y lo útil. Ni el temor a los dioses, ni la ley humana les retenía, porque al ver que todos morían indistintamente, creían que era igual honrar a los dioses que no hacerlo...".



4 comentarios:

  1. Terrible de verdad...No sabía que Tucídides había muerto por esa peste

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    1. Tucídides la padeció, pero no murió, consiguió superar la enfermedad.
      Quien sí fue víctima de ella, fue Pericles.

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  2. Las hazañas de los atenienses, sobre todo cuando se enfrentaban a los espartanos cautivan a cualquier lector. Y son también interesantes sus esfuerzos para librarse de la peste por los personajes tan importantes que intervienen en ella. Tucídides por que nos la cuenta y, sobre todo Perícles, que se negó a cambiar su estrategia y mantuvo la aglomeración dentro de los muros, para no dar ventaja a los de Esparta. Y esto, claro está, favoreció el desarrollo de la enfermedad, que le llevó a él por delante en la segunda oleada de la peste

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