lunes, 29 de octubre de 2018

EL PRECIO DE LA GLORIA

La acción nos traslada a tierras francesas durante la I Guerra Mundial, allí un oficial yankee, el capitán Flagg (James Cagney), tiene a su cargo un grupo bastante heterogéneo de reclutas de no muy buena reputación, casi ancianos por un lado, inexpertos jóvenes por el otro, y entonces llega su subalterno, el sargento mayor Quirt (Dan Dailey) que es, además, un antiguo conocido y camarada, con el que le une una relación de rivalidad, por una lado y respeto profesional, por otro y con el que competirá por los favores de la atractiva Charmaine (Corinne Calvet), la hija del cantinero en cuyo establecimiento, los yanquis se relajan y se pasan el día bebiendo y oyendo cantar a la hija del cantinero. El capitán aprovecha un permiso para viajar a París y, a su vuelta, se encuentra con que Charmaine, que parecía ser "su chica", ahora está con Quirt.
La rivalidad cambia de tono cuando la muchacha deja bien a las claras que ella no quiere una aventura pasajera, sino que aspira a contraer matrimonio con quien la corteje, algo que no tiene muchos visos de cobrar realidad, ya que los soldados, tarde o temprano, habrán de partir al frente, lo que finalmente acaba sucediendo, cuando la compañía es movilizada.
En ese instante, las cómicas disputas entre ambos militares, darán paso a la cruda y cruel realidad de la guerra.
Cuando están en el frente, reciben la orden del alto mando, de apresar a un oficial alemán y la promesa de que, a cambio, recibirán un premio.


La película está basada en una obra teatral de Maxwell Anderson ya adaptada previamente, en 1926, por otro grande, Raoul Walsh, en la que John Ford participó como director de la segunda unidad, sin acreditar.
Al parecer, el productor, Daryl F. Zanuck, pensaba hacer un musical, pero a Ford no le gustó la idea y se negó a grabar la mayoría de las canciones, despachando el asunto con un par de melodías interpretadas por Corinne Calvet y la tierna, deliciosa, evocadora, sensual y romántica escena en la que Marisa Pavan, le canta a un jovencísimo Robert Wagner, de lo mejor de la película. Hay momentos en los que se ve que hay algo del musical que estaba pensado, pero que se queda en simples escenas que no cuadran muy bien con el tono que finalmente adoptó el film, como cuando los soldados están fregando las dependencias de la compañía, que nos recuerda a una coreografía, con las escobas moviéndose al tiempo y a ritmo, pero sin música.
En 1949, Ford había dirigido un montaje teatral de la obra, cuyo reparto incluía (atención a los nombres) a Ward Bond, Pat O'Brien, Oliver Hardy, Gregory Peck y Maureen O'Hara. El propósito del montaje era recaudar dinero para una residencia destinada a veteranos parapléjicos. Ford era en aquel momento presidente de la Orden Militar del Corazón Púrpura.


Una película rara dentro de la filmografía de Ford, en la que se mezclan una parte cómica y otra dramática sin solución de continuidad y bien diferenciadas. Hay quien ha querido ver un homenaje a los soldados rasos, a la tropa.
Yo supongo que quien vea este film y no haya visto ninguna otra película del maestro, se preguntará de dónde le viene la fama, porque es indudable que estamos ante una de las películas más flojas de realizador., al menos eso pienso yo. Las escenas cómicas no tienen demasiada gracia y, en ocasiones resultan hasta un poco burdas y en otras, como el viaje en sidecar del capitán, parece que estamos viendo un film de Keaton o de Chaplin, en el peor de los sentidos, con las escenas a cámara rápida y con bastante menos gracia.
Quienes conozcan el cine de Ford, encontrarán destellos, momentos puntuales de la maestría del realizador, como la mencionada escena entre Pavan y Wagner o la llamativa iluminación de la batalla y poco más.
Entretenida por momentos, pero bastante simplona.




4 comentarios:

  1. Que tal Trecce!
    Diria que incluso las peliculas "flojas" del maestro resultan agradables de ver. Coincido contigo en que el humor ha quedado un pelin trasnochado. En todo caso a mi que soy muy fan de Cagney se me hace raro verlo en color, para mi siempre existira en blanco y negro.
    Saludos!

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    1. Es verdad que todos tenemos A Cagney en blanco y negro en nuestra memoria.

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  2. El problema es que Ford además tenía que superar a la que has nombrado, "What price of glory" de Raoul Walsh, que es una gran película. Parece que a John Ford le salieron mejor los autoremakes (véase el "Juez Priest" o "Tres padrinos") que los remakes.

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    1. Supongo que es normal que no todo lo que hizo fueran obras maestras.

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