miércoles, 22 de agosto de 2018

EL INTRÉPIDO

Nueva York 1917: Para hacerse publicidad y lograr la reelección en el puesto, un juez de distrito envía al ejército a tres ladrones, uno de ellos muy conocido, a combatir en la guerra europea, en lugar de mandarlos "río arriba", como se dice en el argot cuando te mandan a la cárcel.
Al regresar de Francia, uno de los tres, Louis Beretti (Edmund Lowe), ha aprendido la lección y ve las cosas de otra manera, sobre todo tras haber perdido en la contienda a sus dos compañeros de castigo.
Beretti va a visitar a Joan Sheldon (Catherine Dale Owen), la chica de la que está enamorado, para pedirle que se case con él y todo queda en el intento, pues cuando está a punto de declararse, aparece en la casa un oficial al que Joan presenta como su futuro esposo.
En 1920, Beretti consigue prosperar gracias a un club en el que, bajo mano, se sirve alcohol (estamos en plena Ley Seca) y proporciona una coartada a Big Shot (Warren Hymer), después de que este haya acabado con la vida de un tipo que, al parecer, era soplón de la policía.
Dos años después, en 1922, es precisamente Big Shot quien rapta a la hija de Joan, que hace valer la promesa de ayuda que un día le hiciera Louis y le pide socorro para encontrar a su hijita. Louis tratará de rescatarla y se enfrenta al raptor, dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para liberar a la muchacha.
El guión se basa en una novela de Donald Henderson Clarke, publicada en 1929 (un año antes del estreno de la película) y que en España se editó con el título de "Un hombre llamado Louis Beretti". Lo cierto es que la película cambia muchas cosas de la novela.
Vemos algunos rasgos característicos del posterior cine de Ford, que están ya presentes en este film, su particular sentido del humor, sobre todo en algunas escenas del ejército (cuando están repartiendo destinos entre los reclutas, el sargento pregunta a uno de ellos, ¿Vd. a qué se dedica?, el otro dice: Soy irlandés. A este hombre que le den un arma, sentencia el sargento), o en el club del protagonista, con la recurrente frase del periodista: Dame un trago... de la botella de Louis.
También hay una sutil crítica, más que a la guerra, a esos patriotas de retaguardia que empujan a otros a combatir y después se atribuyen méritos que no tienen. Queda patente en la escena en que Beretti visita al juez que les condenó tras regresar del frente y éste le dice que estuvo con ellos en espíritu en los campos de Flandes. Beretti le replica que uno de sus dos compañeros muertos le hizo un encargo antes de morir: Dale esto a juez, y le arroja la medalla que el muerto había ganado en combate.
El protagonista, es ese tipo de apariencia dura y fondo romántico tan característico de algunas películas de Ford. A pesar de su pasado turbio, mantiene unos valores que le llevan a poner en peligro su vida por lo que cree justo, sin por ello desprenderse del todo de sus modales de pícaro y, al final, será él quien ayude a la chica guapa y glamourosa, a pesar de que esta ha elegido a otro para compartir su vida.
Un film entretenido, en el que parece que las historias paralelas van siendo dejadas de lado sin demasiadas explicaciones para, al final, encajarlas todas.
Muy interesante la escena final en la que BerettiBig Shot se enfrentan a muerte en un duelo que, a pesar de estar ambientado en los años veinte, tiene todos los aditamentos de los western clásicos: Ambos acodados en la barra del bar, tras las puertas abatibles, los camareros desapareciendo de escena y con un diálogo en el que recuerdan las viejas historia que vivieron juntos, mientras aumenta la tensión del momento hasta que se produce el intercambio de disparos.




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