miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA VITA È BELLA

¿Qué hace un payaso? Supongo que lo que puede, como hacemos todos en nuestras profesiones y la suya es la de hacer reír, aunque los haya muy malos, de los que no arrancan una sonrisa ni queriendo y que dan un poco de penita cuando se les ve.
¿Y si en vez de un payaso es un PAYASO? Eso es otra cosa, una raza aparte, capaces de hacernos sonreír, reír e incluso llorar en cualquier situación y con la excusa más peregrina.
Cuando veo esta película, no veo a Benigni, veo a un PAYASO, porque antes que él estuvo Chaplin haciendo cosas parecidas, sacando sonrisas de situaciones nada cómicas, rompiendo moldes.
Puede haber situaciones tan difíciles, pero no más que la de tocar en tono de humor el escenario trágico de los campos de concentración. Supongo que a una parte de la gente que los padeció, no les habrá hecho ninguna gracia ni una sóla de la escenas de la película, pero hay algunos que le han agradecido a Roberto Benigni su trabajo, por el respeto y el cariño que en él ha depositado.
Los adjetivos que se pueden poner a una película como esta, que estoy convencido que será un clásico, siempre nos llevarán a palabras como ternura, belleza, hermosura..., porque de todo ello está lleno el film.


Benigni ha hecho, creo yo, una obra de arte, pero también ha hecho una película casi perfecta, bien planteada, bien rodada, a la que pocos peros se le podrán poner, de esas obras con las que uno puede sentirse satisfecho. No creo que haya muchas ocasiones en las que los premios recibidos (y esta tuvo más de 40 grandes premios), sean tan unánimemente aceptados y aplaudidos.
Y encima logra calar, porque te queda tocado, su canto a la vida, al amor, a la alegría como medio de superar las más difíles circunstancias; su loa de la ingenuidad, de la infantil, pero también de la de ese "loco" idealista ya adulto de cuerpo, pero no de espíritu; el magnífico papel de la madre que le da el contrapunto más dramático y que hace que no se nos olvide dónde estamos y de qué estamos hablando; ese mundo mágico que quiere transmitirnos, en el que viven los protagonistas a través de las ocurrencias de Guido; ese no perder nunca la fe...
Como digo, uno queda tocado, sin duda Benigni ha dado con la fórmula para transmitirnos algo y yo se lo agradezco.
La escena en la que, cuando llegan al campo de concentración, el guardia les está dictando normas de forma despiadada y Guido, sin tener idea de alemán, se las va traduciendo a sus compañeros de horror, es paradigmática de la película, te encuentras de repente riendo y con el llanto asomando a los ojos por el horror que estás viendo e imaginando. ¿Hay algo más horrible que enviar niños inocentes a la cámara de gas? Hay muchas más escenas para comentar, toda la película está plagada de detalles, me quedaré, para no meterme en berenjenales, con lo dicho hasta ahora y con una mención a la música que no desmerece en nada, sino todo lo contrario.

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