lunes, 27 de junio de 2022

UN SABOR A MIEL

 


Jo (Rita Tushingham), una chica de 17 años, vive en un barrio obrero del norte de Inglaterra con su madre, una mujer aficionada al alcohol y promiscua con la que mantiene una tensa relación. Un día, tras la marcha de la madre con un nuevo novio con el que se va a casar, Jo comienza a trabajar como dependienta en una zapatería y alquila un alojamiento destartalado al que invitará a vivir a Geoffrey (Murray Melvin), un joven homosexual estudiante de diseño, al que ha conocido tras venderle unos zapatos, que ha sido expulsado de la habitación alquilada en que vivía al sorprenderle la casera con un hombre. Jo está embarazada de una relación esporádica con Jimmy (Paul Danquah), un marinero negro. Geoffrey se hace cargo de los preparativos para el nacimiento del bebé y se ofrece a casarse con Jo y actuar como padre del niño. Parecen tener las cosas resueltas cuando la madre de Jo reaparece en escena en plan dominante.


Adaptación de la obra teatral del mismo título de la dramaturga británica Shelagh Delaney, autora también del guión junto al realizador del film Tony Richardson. De la autora teatral y guionista, fallecida en 2011 a causa de un cáncer de mama, se ha dicho que es la antítesis de los llamados "jóvenes airados" londinenses, porque ella sí sabía por qué estaba enfadada.


El movimiento cinematográfico inglés conocido como Free cinema, tan breve en su duración, como escasa fue la producción que nos legó, dejó algunas pequeñas joyas como esta película en la que Tony Richardson nos traslada a unos paisajes urbanos monótonos con casas de sucio ladrillo, solares y calles embarradas en que juegan los niños y un río contaminado y pestilente (Me dan ganas de tirarme al río, dice Jo en uno de los diálogos. No lo hagas, está muy sucio, le responde Geoffrey) y las chimeneas de las fábricas como escenario de fondo. Un escenario con paisajes reales en los que se incluyen breves escapadas al campo circundante y a las pequeñas ferias en las que los personajes tratan de escapar de su triste y oscura realidad dejándose sorprender, como niños pequeños, por atracciones y espectáculos que se mueven entre lo tradicional y lo grotesco. 
Estamos ante una película revolucionaria, hablar de homosexualidad, relaciones interraciales o embarazo adolescente, no era nada sencillo en 1961. ¿Lo es ahora? Puede que el mundo no haya cambiado tanto como pensamos.




4 comentarios:

  1. El mundo no ha cambiado, pero el cine, por desgracia, sí... Suerte que, al menos, podemos disfrutar de una joya como ésta prescindiendo de algunos de los bodrios mainstream que se llevan ahora.

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    1. La verdad es que, ciertamente, uno disfruta viendo películas como esta.

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  2. Hola Trecce!
    No la conocía y desde luego que ese argumento para ese 1961 es tal y como dices muy valiente. Interesante lo que planteas, a veces pienso que vamos hacia atras...
    Saludos!

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    1. Pues sí, en algunas cosas parece que vamos como el cangrejo.

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