El capitán Alonso de Contreras, nacido en Madrid en 1582, fue uno de tantos guerreros españoles que desnudaron su espada en los más recónditos lugares del Orbe, pero él tuvo la buena idea de escribir su autobiografía.
Osado, mujeriego, metido en pendencias desde que era casi un niño (con tan solo 12 años tuvo que cumplir un año de destierro en Ávila, tras acuchillar y acabar con la vida de un compañero de estudios), fue combatiente en los Tercios de Flandes, corsario en el Mediterráneo a bordo de las galeras napolitanas de Pedro de Toledo (con solo 19 años recibe el mando de una fragata para vigilar las costas griegas y espiar a los turcos, de los que llego a aprender su lengua) y el Caribe (principalmente en la zona de Puerto Rico, combatiendo a los ingleses y dándoles a probar de su propia medicina), gobernador de la ciudad italiana de L'Aquila, acabando sus días como caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén (La Orden de Malta).
Escrito con un estilo rápido, sencillo y natural, el libro ha sido comparado, con razón, con la novela picaresca, entonces en auge en España y se cuenta que Arturo Pérez-Reverte, se inspiró en este personaje para su capitán Alatriste.
Lope de Vega admiró a este valiente soldado y lo mantuvo durante unos meses, cuando atravesaba una de sus frecuentes penurias económicas.
Todo un libro de aventuras que demuestra, una vez más que, en ocasiones, la realidad supera la ficción.
Que tal Trecce!
ResponderEliminarDesde luego y como se suele decir estaban hechos de otra pasta...
Gracias por la recomendación, saludos!
Tipos muy peculiares y cuya vida daría para más de un buen argumento.
EliminarEs un libro de aventuras, como tu dices, pero también es historia contada contada sobre la marcha y sin retoricismo alguno. Saludos
ResponderEliminarEn efecto, y lo es porque son aventuras reales y no inventadas.
EliminarPor algo lo llaman Siglo de Oro: hasta un simple capitán era entonces capaz de alumbrar magistrales memorias como éstas.
ResponderEliminarY tanto. Seguro que hubo unos cuantos de estos, aunque no tendrían formación, como la tuvo Contreras, para poner por escrito sus correrías.
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