Ambientado durante las Guerras Cántabras, el enfrentamiento entre los romanos y las tribus cántabras y astures que tuvo lugar entre los años 29 y 19 a.C., el libro se basa en un personaje que nada entre la realidad y la leyenda, Corocotta, un jefe cántabro (aquí empiezan las dudas, pues para algunos era lusitano, como Viriato), hijo de Corcontas y de una sacerdotisa llamada Nocica, que llega a pelear en las Galias a las órdenes de César encuadrado en las tropas auxiliares y que más tarde formará parte de la guardia personal de propio Julio César hasta poco antes de la muerte de éste.
Después de una larga "excursión" del personaje que, aparte de lo ya mencionado sobre la Galia o Roma, viajará a Gades (Cádiz), a Numidia y en su regreso a su tierra natal, atravesará Sierra Morena y algunos de los territorios diversos de la Hispania romana del momento. Linto (nombre del guerrero apodado Corocotta), regresa a su tierra natal, a punto de ser invadida por tierra y mar por el nuevo emperador Augusto, deseoso de concluír la definitiva romanización de la Península.
Podemos considerarlo como una novela histórica, ya que el personaje existió y tanto él, como muchos de los hechos que se narran están citados en las fuentes latinas. El libro da muchos detalles de cómo podía ser la vida de aquellas tribus prerromanas, de sus creencias y relaciones entre ellas y con los conquistadores romanos.
Aunque su lenguaje es sencillo y se acomoda a una fácil lectura, creo que siendo un argumento atractivo, no acaba de resultar medianamente convincente. No por los hechos de armas que relata, o por el talante de Corocotta y los suyos, sino porque se pierde en devaneos geográficos que pueden ser tachados de turísticos, y otro tanto ocurre con algunos de los acontecimientos de los que hace partícipe al protagonista. Pienso que debería haberse centrado más en la figura del héroe cántabro, pero claro, eso quizá no hubiera dado para las casi 600 páginas del libro, algo que parece obligado para que las editoriales tengan en cuenta las obras de autores noveles, en las que parece tener más importancia el peso que el contenido.
Está muy bien que descubramos pasajes de nuestra historia poco conocidos, hay para mucho y la pena es que no se haya escrito más sobre ellos. Javier Lorenzo hace un esfuerzo encomiable de documentación y de narrativa, pero pienso que se le ha ido de las manos por querer abarcar más de la cuenta y por querer presentar al personaje en escenarios variopintos y en situaciones que no lo son menos.
Sabor agridulce al final de la lectura que, por momentos, decae un tanto, mientras en otros parece remontar el vuelo.
Una de las principales virtudes de la novela, es que no presenta a los cántabros como los buenos y a los romanos como los malos, en ambos bandos hay de todo y la conquista se presenta como algo inevitable.
Para quien quiera ver la novela en clave identitaria mal entendida, decir que el propio Javier Lorenzo, nos aclara cualquier duda al expresar su pensamiento sobre los nacionalismos y, concretamente sobre un pretendido nacionalismo cántabro: "El nacionalismo cántabro es como el hijo tonto de Sabino Arana", apunta el autor madrileño.
Creo que la lectura resultará más atractiva para quienes no conocen demasiado la historia de Roma, pues descubrirán muchas cosas nuevas para ellos, a quienes tenemos conocimiento de ellas, aunque sean someros como es mi caso, algunas cosas nos chirrían un tanto por parecer que están metidas de cualquier manera en la novela.
En cualquier caso, ya digo que el esfuerzo me parece digno de aplauso.
Aunque este libro tenga una redacción un tanto farragosa y sea algo novelesco, es muy interesante para conocer nuestra historia pasada. Porque aquí en España, salvo los líderes más famosos, apenas se conocen los dirigentes locales que no alcanzaron tanta fama. Saludos
ResponderEliminarLa pena es que no haya más iniciativas de este tipo que hayan visto la luz.
EliminarPues si el nacionalismo cántabro es peor que el vasco, cómo será...
ResponderEliminarBueno, no dice que sea peor, dice que es el hijo tonto. En cualquier caso, no deja de ser una opinión particular.
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