viernes, 7 de marzo de 2014

JUANA LA LOCA

Laredo, 22 de agosto de 1496. Una flota parte con destino a Flandes. Su objetivo es conducir a la infanta Juana (Pilar López de Ayala) a la corte de Bruselas, donde contraerá matrimonio con el que más tarde será conocido como Felipe el Hermoso (Daniele Liotti). El encuentro es fulgurante. Apenas mirarse, nace entre ellos una atracción y un deseo incontrolable. Se olvidan de sus obligaciones políticas y se abandonan a los sentimientos. Sin embargo, el destino tiene otros planes para ellos. Las muertes de sus hermanos mayores y de su madre Isabel la Católica (Susi Sánchez), convierten a la infanta Juana en reina de Castilla y heredera de la corona de Aragón. Estos acontecimientos desembocarán en dos batallas: una política, entre la nobleza flamenca y la castellana, la otra, mucho más dolorosa, será la que libre Juana en el lecho conyugal.
Juana quiere vencer sobre las amantes de su marido ofreciendo sus sentimientos de la manera más amplia y generosa. La solución para armonizar estas situaciones es declarar "loca" a Juana. Envuelta de rencor hacia Felipe, a Juana no le queda más remedio que decantarse por asumir sus responsabilidades como reina. Pero de nuevo entra en juego la muerte. Felipe muere entre los abrazos y caricias de Juana, que no queriendo aceptar la muerte de su esposo pide silencio a sus súbditos para que el rey no despierte de su sueño.


En mi ingenuidad, supongo que Vicente Aranda no quiso hacer una película histórica, sino otra cosa, aunque tal vez sí.
El caso es que la recreación que sirve de fondo al film, está bastante bien hecha y, a mi modesto parecer, bien conseguida. Otra cosa es lo que hay encima de ese fondo, con don Vicente y sus obsesiones y manías que nos presentan a una Juana con furor uterino y a un Felipe que parece el rey de las alcobas.
Pudo haberle dado por profundizar en las controversias que los historiadores mantienen sobre la locura de la reina, o sobre las consecuencias sociopolíticas que el estado mental de la soberana implicaba, teniendo en cuenta que lo era de un reino como Castilla, tan importante en la época, pero eso lo dejó en ese segundo plano que hemos comentado y se centró en las historias de alcoba y en los celos de la reina.


Con muchos medios, para lo que es el cine español, el realizador y coguionista Vicente Aranda, se inspira por momentos en los famosos cuadros de Francisco Pradilla (la chimenea de su estancia de Tordesillas es tal cual y el plano en el que se ve a la reina "paseando" el catafalco por los campos desiertos, evoca el más famoso cuadro sobre el tema, obra del pintor aragonés), en la obra teatral de Tamayo y Baus que a su vez inspiró el guión de la película de Juan de Orduña Locura de amor, en concreto hay una larga escena, la de la entrada de la reina en la reunión de las cortes que, salvando las distancias, es tal cual, no sólo en la forma, sino en el fondo, pues es uno de los momentos culminantes del film, con la arenga de Aurora Bautista en una, y de Pilar López de Ayala en la otra, poniendo en evidencia a los partidarios de que se la incapacite y denunciado sus intereses espurieos.


Al final, la película, es una sucesión de altibajos, con secuencias bastante buenas, seguidas de otras que resultan casi penosas; el film depende en demasía del trabajo de la actriz principal, no muy bien arropada por algunos de quienes la rodean.
Película a la que falta chispa y a la que la Academia del Cine Español, quedó bien retratada en los Goya de aquel año, dándole el premio a la actriz y negándoselo al film, por más que D. Vicente sacara los pies del tiesto y arremetiese contra Amenábar.




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