miércoles, 24 de julio de 2013

ANASTASIA

El triste final de los Romanov, el zar de rusia y su familia, los detentadores del poder en la corte más lujosa de la Europa del momento, es de todos conocido.
No obstante, durante muchos años, se creo una especie de mito alrededor de uno de sus miembros, la Gran Duquesa Anastasia Nicolaevna, de quien se decía que había sobrevivido al resto de sus parientes. Este affaire, no surgió de forma espontánea, ni fruto de una casualidad, sino que se fundamentó alrededor de la macabra, pero también chapucera, muerte de los Romanov.
Antes de que supieran lo que iba a ocurrir aquel día, se les ordenó que se pusieran sus mejores galas, de tal modo que creyeron que les iban a hacer una foto. El caso es que cuando les reunieron en una habitación, aparecieron los que iban a ser sus verdugos, completamente borrachos y comenzaron a disparar de forma indiscriminada y sin ton ni son. Ante la sorpresa general, algunas de las balas salían rebotadas, como si los miembros de la familia imperial tuvieran un escudo protector que les libraba del plomo asesino. La cosa era mucho más prosaica, bajo sus elegantes trajes de gala, habían escondido las joyas familiares, piedras preciosas, objetos de oro y otros metales lujosamente trabajados, eran los responsables de aquel aparente milagro. Tras reponerse de la sorpresa inicial, los guardias acabaron su trabajo de una manera cruel y chapucera, los que no habían muerto ya, fueron rematados a bayonetazos y golpes de fusil, todo un salvaje esperpento que originó el posterior barullo a la hora de recoger los cadáveres, cuyo lugar de enterramiento no estuvo del todo claro durante muchos años y dio lugar, entre otras historias más o menos fundadas, a esta leyenda de la salvación de Anastasia.
Hollywood aprovechó el asunto para adaptar una obra teatral de Marcelle Maurette y con ello mataba varios pájaros con un sólo disparo, por un lado, el regreso por la puerta grande de Ingrid Bergman después de su "escandalosa" (para Hollywood, claro) relación con Roberto Rossellini: Bienvenida a tu casa Ingrid, toma, el Oscar de premio para que no vuelvas a escaparte; por otro aprovechar el trasfondo político para elaborar el enésimo ataque contra los malos, malísimos bolcheviques y, por fin, lo más importante para los amantes del cine, realizar un producto de alta calidad artística, de factura exquisita y con una partitura de Alfred Newman que, evocando aires rusos, nos regala un primor para el oído.
Con una maravillosa puesta en escena, el film cuenta con un plantel de grandes actores, no sólo Bergman, sino un Yul Brynner en el cénit de su carrera y unos secundarios de lujo, Akim Tamiroff y una maravillosa Helen Hayes, con ese saber estar y esa distinción que la habían convertido en todo un mito.


El film retrata muy bien la vida de la clase dominante rusa que, tras la revolución, se refugió en París y en la capital danesa sobreviviendo como buenamente podía, tratando de guardar la prestancia aún en los casos en que la vida les había tirado a la alcantarilla y con la secreta esperanza de retornar a tiempos mejores.
Cuidada planificación para este drama romántico con sabor a cine clásico, con un final que desagrada a algunos, pero que a mí me pareció el mejor recurso para poner colofón a lo que plantea la historia narrada, plagada de verdades a medias, buscavidas que aprovechan la ocasión para sacar tajada y una especie de juego de adivinanzas con falsas pistas que conduce a que sea el espectador quien saque la conclusión que desee.
Por cierto, el desarrollo de las pruebas de ADN y la localización de los cuerpos de todos los Romanov, un proceso que comenzó allá en los 80 y se alargó a los primeros años del presente siglo, ha permitido corroborar que Anastasia murió, como el resto de la familia imperial y algunos de sus sirvientes, aquel fatídico 17 de julio de 1918 en la casa Ipátiev de Ekaterimburgo.




6 comentarios:

  1. Estupendísima película. Una gozada para la vista y buenas, muy buenas interpretaciones.

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  2. Buena película y buenos actores. Ideal para una tarde de verano.

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    1. Película de tarde en familia, así la hemos visto ya unas cuantas veces en la tele.

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  3. Vamos, que las joyas sólo les sirvió para agonizar más lentamente y sufrir atrozmente. Hoy en día se meterían escrituras que las balas atravesarían limpiamente. Las cosas ya no son igual.

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